viernes, 11 de diciembre de 2015

Deporte

Esta semana en El Correo Gallego:


"Es habitual que los psicólogos les recomendemos a los pacientes, sobre todo a aquellos con sintomatología ansioso-depresiva, que practiquen algún tipo de ejercicio físico como un componente más de la terapia. De hecho, más allá de modas puntuales, el aumento considerable de personas que vemos por las calles y parques haciendo “running” tiene mucho que ver con la notable mejora del estado físico y anímico que se siente después de realizar una actividad aeróbica de intensidad moderada. Son cada vez más los estudios que ponen de manifiesto su efecto positivo, aunque también hay algunas dudas sobre posibles efectos contraproducentes. Uno de los últimos realizados destacaba, por ejemplo, que los practicantes de una actividad física regular obtienen puntuaciones considerablemente más bajas que las personas sedentarias en ítems como “dificultad para concentrarse”, “afecto negativo” y “experimentación de dolor”. Parece estar bastante probado que la actividad física ejerce una influencia beneficiosa moderando la intensidad de estados emocionales negativos como la cólera, la tristeza, la hostilidad, la rabia, la culpa... Se sabe que tiene un efecto antidepresivo general que se desarrolla gradualmente a medida que prosigue el entrenamiento. Las causas parecen ser varias, desde los conocidos incrementos de las concentraciones de betaendorfinas (opiáceos que segrega el propio organismo), pasando por la exigencia de atención que pide la propia actividad y que sería incompatible con ciertos pensamientos rumiativos ligados a emociones negativas, hasta el hecho de que la persona que cambia hábitos sedentarios por ejercicio físico también suele cambiar una imagen corporal negativa por una más positiva, mejorando de esta forma tanto su autoconcepto como su sentido de autoeficacia. Pero el estudio al que me refería antes nos alertaba también de una complicación de la que se lleva hablando desde hace algún tiempo. En uno de los experimentos se dividía a cuarenta practicantes de atletismo en dos grupos: el primero podía seguir corriendo como cada día, el segundo debía interrumpir su actividad durante dos semanas. Los del segundo grupo empezaron a presentar muchos más síntomas somáticos, ansiedad, insomnio, sensación de tensión... Cuando se les permitió reanudar la actividad, desaparecieron los síntomas... ¿Síndrome de abstinencia?"

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Santa Lucía

A partir del 1 de enero de 2016 atenderemos también a los asegurados de la compañía Santa Lucía. 

martes, 1 de diciembre de 2015

Miedo

"El terrible asesinato llevado a cabo por terroristas yihadistas en París ha servido para desatar todos los miedos atávicos. El miedo es con seguridad el sentimiento más fuerte de la especie humana. Es un sentimiento que nos ayuda a sobrevivir, pero que cuando se convierte en pánico, en locura, nos dirige directos al abismo..."
http://www.eldiario.es/euroblog/terrorismo-frente-partidos-guerra_6_457814222.html


viernes, 27 de noviembre de 2015

Hijos adolescentes

Hablamos de la adolescencia y parece que hablamos de una enfermedad. La imagen negativa que de ella se tiene en nuestra sociedad resulta cada vez más extrema. Se la considera como un etapa de conflictos, de ruptura, de enfrentamientos, “la edad difícil” o de la “rebeldía”, asociándose fundamentalmente al mal comportamiento y a problemas. Algunos padres me transmiten incluso la idea de estar ante una especie de trastorno mental, y por tanto interpretan todas las nuevas conductas de su hijo como algo negativo, como un retroceso en la maduración que es necesario “combatir” y “curar”. Esta manera de ver la adolescencia casi como una enfermedad hace que se comporten en consonancia intentando combatirla reprimiendo y silenciando los “síntomas”. Esos síntomas son en realidad conductas la mayor parte de la veces normales para la edad y que cumplen una función necesaria para el desarrollo personal. Es así como se explican algunas actitudes negativas de muchos padres de hijos adolescentes: la imposición y el autoritarismo, la incomprensión, la falta de respeto, la intolerancia, la impaciencia, la desconfianza, el miedo a que “se le vaya de las manos”... Acaban convirtiéndose en padres que en vez de ayudar a los hijos a ejercitar las nuevas capacidades (reflexión, sentido crítico, razonamiento, autonomía moral, intimidad, apertura a la amistad, etc. ) se dedican, con la mejor intención, a frenarlas. De este modo no sólo se retrasa la maduración del chico sino que además se producen situaciones de incomunicación y de conflicto. Entiendo perfectamente que es mucho más fácil aconsejar desde la barrera que actuar cuando uno está “dentro”.


Los adolescentes suelen tener reacciones imprevisibles, alocadas, muestran una gran impaciencia, se muestran extremos, con tendencia a la pereza, a lo fácil, a aplazar tareas, al desorden y a no seguir planes y horarios... Todo eso puede ser más o menos normal, pero afecta y desestabiliza bastante a quienes conviven con ellos. Pero también es cierto que si uno conoce y acepta estos cambios, y los encuadra dentro de un crecimiento y maduración necesarios, podrá mitigar mucho más todas esas rumiaciones tan perjudiciales que surgen cuando se personaliza y se “patologiza” cualquier comportamiento. Y sobre todo, quizá así puedan acercarse, de otro modo, a sus hijos.



martes, 24 de noviembre de 2015

Sobreprotección

¿Es mi hijo el que no está preparado para el fracaso o soy yo como padre el que no puede aceptarlo? La sobreprotección nunca lleva a nada bueno...


martes, 10 de noviembre de 2015

Tan joven y tan mayor

MUNDO FELIZ
“Mi caso le va a resultar imposible, tengo diagnosticado un trastorno depresivo mayor. He leído que eso es bastante grave, y la verdad es que usted... no sé, pero me parece aún demasiado joven para enfrentarse a algo así, ¿no cree?”. El paciente se presenta de esta forma. Primera prueba de contención. Le devuelvo una imagen de calma. Luego intento indagar en su historia vital, elaborando una especie de mapa que nos sitúa a los dos en un escenario nuevo, y empieza a surgir la sensación de que uno ya no es tan joven ni ese diagnóstico adjetivado con la palabra “mayor” está a la altura de tan ominoso nombre. Y eso no quita que, en efecto, la depresión sea una de las dolencias más crueles que se pueden sufrir. De hecho son muchos los que afirman que el dolor emocional es peor que cualquier otro padecimiento. Sin embargo, una gran parte de lo que se considera trastorno depresivo mayor en realidad no es ni “trastorno”, ni “depresivo” ni “mayor”. La tendencia a la inflación diagnóstica a la que ya me he referido alguna vez suele crear una epidemia falsa que repercute en cuantiosos ingresos para la industria farmacéutica. La transformación de una tristeza normal en una depresión clínica nos ha convertido en una población sobremedicada y devoradora de pastillas.

                              

En esa historia vital del paciente aparecen siempre acontecimientos duros y potencialmente desestabilizadores. Lo normal es que sean problemas o situaciones que obviamente producen tristeza. Pero como también ya he dicho en alguna que otra ocasión, tristeza no es sinónimo de enfermedad. No existe un diagnóstico para cada desengaño ni una pastilla para cada problema. Las dificultades de la vida no se pueden eliminar por decreto y nuestras reacciones ante ellas no siempre se deberían ver como un problema médico. Habitualmente nos recuperamos, lamemos nuestras heridas, movilizamos nuestros recursos y salimos adelante. No hay que olvidar que la capacidad de sentir dolor emocional tiene un valor adaptativo, con la misma finalidad, en cierto modo, que el dolor físico: indicarnos que algo va mal. Incluso un joven psicólogo intuye que sin conocer la tristeza no se puede conocer la alegría. El “Mundo Feliz” de Huxley ya nos mostraba lo rápido que la ausencia de dolor se traduce en muerte cerebral.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Otros trajes

"...seguimos con los gastados vaqueros que llevamos únicamente porque son muy resistentes, aunque no los consideremos en absoluto cómodos o elegantes, o con la insoportable falda estrecha que nos ponemos porque sirve como una especie de uniforme de trabajo, aunque la verdad es que es bastante incómoda... Cada día cogemos la misma prenda y nos la ponemos, mientras el fondo de armario sigue ahí, esperando que un día nos atrevamos a poner otro vestido u otro traje y comprobemos que nos sienta bien...."

viernes, 23 de octubre de 2015

Trastorno de desregulación disruptiva de estado de ánimo

La psiquiatría infantil a menudo se atreve a llegar a donde nadie ha llegado en cuanto a la invención de nuevos trastornos, y los niños (y también sus padres) acaban siendo los grandes perjudicados. Resulta totalmente increíble que en un estudio reciente se llegue a afirmar que el ochenta y tres por ciento de los menores de dieciocho años cumplen los requisitos para que les sea diagnosticado un trastorno mental. La introducción de una nueva y polémica categoría en el último manual DSM tiene una parte importante de culpa: el “trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo”. Bajo este complicado nombre se agrupan básicamente todas las conductas de los niños que podríamos calificar simplemente como berrinches. Imagino que llamarlo simplemente berrinche o pataleta era menos técnico y le restaba trascendencia y hubo que crear una etiqueta que asustara con tan sólo leerla. En cualquier caso, y más allá del nombre, la idea de transformar las rabietas en un trastorno mental es terrible. Los niños responden de muchas formas ante el mundo que les rodea y frecuentemente recurren a los berrinches como una forma de expresar su rabia, su angustia o su frustración. Esto casi nunca es indicativo de la presencia de un trastorno mental sino que más bien representa una etapa del desarrollo, un cambio de carácter o una reacción ante una situación estresante (aunque los adultos que rodeamos a ese niño no la experimentemos como tal). Los berrinches “comunes” es mejor ignorarlos. Deberíamos tener mucho más presentes las enseñanzas del conductismo clásico sobre los procesos de extinción de conductas a la hora de enfrentarnos a este tipo de problemas sin temor a parecer “psicólogos anticuados” o “pasados de moda” por hacerlo. 


Las pataletas graves y persistentes pueden requerir una valoración más exhaustiva para determinar la causa subyacente, pero seguramente con un buen análisis funcional de la conducta también entenderemos mejor lo que está ocurriendo y podremos intervenir exitosamente sin necesidad de diagnósticos psiquiátricos ni fármacos. Los famosos antipsicóticos atípicos que pueden ser útiles para reducir algunos ataques de ira en adultos, y que pretenden ser la medicación para este diagnóstico, entrañan un enorme peligro para el futuro desarrollo de estos niños. Combatir el fuego con fuego a veces no hace más que avivar el incendio.

jueves, 8 de octubre de 2015

Sobrepeso

Dicen los periódicos que la mitad de la población española tiene sobrepeso:
Comida saludable, evitar el sedentarismo y practicar algún deporte... Sentido común.
http://www.efesalud.com/noticias/alfonso-alonso-alerta-de-la-amenaza-que-suponen-el-sobrepeso-y-la-obesidad/



martes, 6 de octubre de 2015

Fotos entrevista

Un par de fotos de la entrevista en Correo TV.




                                     


Cuando esté disponible el enlace lo colgaré aquí. El programa lo repiten varias veces al día. Entrando en la web de Correo TV podéis ver los horarios en los que lo emiten (Santiago Sí).

Correo TV se sintoniza en

TDT - Canal 23
R - Dial 131 (Toda Galicia)
iPlus - Canal 226

lunes, 28 de septiembre de 2015

Correo TV

El lunes 5 se emitirá la entrevista que me ha hecho hoy Carlos Roma de Correo TV. Será en el programa "Santiago Sí" a las ocho y a las diez de la noche.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Fármacos peligrosos y sin evidencias científicas

La industria farmacéutica lleva mucho tiempo manipulando los estudios a su antojo. Afortunadamente el tiempo suele poner a cada uno en su sitio. Y no es que lo diga yo (o cualquier otro compañero psicólogo), los propios psiquiatras reconocen a día de hoy que la primera opción de tratamiento debe ser la psicoterapia.
http://www.elmundo.es/salud/2015/09/17/55f9a5efe2704e760f8b45b0.html

jueves, 17 de septiembre de 2015

El caso de Anna O.

Dicen los libros de historia que a principios del siglo veinte los cuatro neurólogos más célebres eran Jean Martín Charcot, Pierre-Marie-Félix Janet, Josef Breuer y Sigmund Freud, y que su “enfermedad favorita”, por decirlo de algún modo, era la histeria. Cuando hablaban de pacientes con histeria se referían a aquellos que presentaban síntomas desconcertantes porque no se ajustaban al funcionamiento normal del sistema nervioso ni a los trastornos neurológicos aceptados por entonces. Esta sintomatología solía incluir parálisis, pérdida sensorial, alteraciones del habla, náuseas, convulsiones, mareos y hasta pérdidas del conocimiento. Son muchos los que piensan que el psicoanálisis tuvo a su paciente cero con una de estas personas, la conocida por su seudónimo Anna O. Josef Breuer, uno de los profesores de Freud junto con Charcot, fue quien la trató en su clínica de Viena. Según nos cuentan, Anna era una mujer creativa, inteligente, sugestionable y solitaria, con una colección de síntomas bastante indeterminados. De manera improvisada, Breuer se inventó la “terapia hablada” como alternativa a la hipnosis, que era lo que se practicaba entonces. En lugar de caer en una especie de trance hipnótico, Anna era apremiada en la consulta a asociar pensamientos aparentemente aleatorios. A continuación, paciente y médico establecían conexiones relacionando las fantasías y los impulsos inconscientes de su vida pasada. 


Los síntomas de Anna mejoraron. El porqué de esta mejoría sigue dando lugar a encarnizadas discusiones hoy en día entre los partidarios de las distintas corrientes psicoterapéuticas. Allen Frances, psiquiatra que formó parte del grupo directivo del Manual Diagnóstico de las Enfermedades Mentales en su cuarta edición, explicaba hace poco en uno de sus artículos que si bien era cierto que al principio Anna parecía mejorar, volvía a enfermar de nuevo en cuanto su recuperación amenazaba con poner fin a su adorada relación con Breuer. Según él, había una explicación obvia. Anna mejoraba para complacer a Breuer y empeoraba para evitar perderlo. Es probable que, al igual que sucedía con la hipnosis de Charcot, en ocasiones los síntomas aparezcan y desaparezcan en gran parte gracias a la sugestión que se produce en toda relación intensa. Y lo demás sea lo de menos...

lunes, 7 de septiembre de 2015

Palabras más palabras menos

PALABRAS DE MODA

Hace poco escribía en esta misma sección sobre algunos trastornos mentales que por diversas circunstancias parecen ponerse “de moda”. Hablaba en aquella ocasión del TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo), y quiero hacerlo hoy de una de esas palabras que, en este caso, los psicólogos hemos puesto también “de moda” en nuestras consultas y libros de autoayuda: la asertividad. Dice textualmente uno de estos libros que una persona es asertiva cuando “es capaz de ejercer sus derechos, expresar desacuerdos, sentimientos negativos, y dar opiniones contrarias”. El problema de la ambigüedad y falta de concreción de ciertas definiciones es que acabamos confundiendo la velocidad con el tocino. No es la primera vez que escucho a alguien decir frases del tipo: “desde hace un tiempo intento ser más asertivo y digo las cosas como las pienso, no me callo nada... Ya me dijo mi anterior terapeuta que yo también tengo derechos y que debía ejercerlos”. Desde ese bendito día sé que una de estas personas llegaba a su casa y lo primero que le decía a su mujer es “tengo derecho a decirte que estás cada día más gorda” o “no me gusta la cena, hazme otra cosa”. Y en el trabajo a sus compañeros: “que sepas que no me gustan tus zapatos” o “la verdad es que me desagrada tu olor a sudor”. Y a sus amigos: “no me gusta cómo hablas” o “sinceramente, tus chistes son penosos”... El remedio se convirtió en enfermedad. La gente se fue alejando poco a poco de nuestro protagonista hasta que finalmente se quedó únicamente acompañado de su nueva amiga: la señorita Asertividad.




 Todos sabemos que las personas que derraman ese tipo de sinceridad ácida por los cuatro costados son insoportables. La insensibilidad por el dolor ajeno no se puede equiparar con “la defensa de mis derechos”. La vida está llena de mentiras piadosas, algunas hasta podríamos calificarlas de bellas, tiernas y humanistas. Fromm sostenía que el ser humano que tiene la capacidad de conocerse a sí mismo está capacitado también para poder elegir. Si la asertividad puede lastimar a otra persona de manera innecesaria, la decisión de “ser asertivo a toda costa como remedio a mis males” debe revisarse. Al fin y al cabo, y como muchas otras, la asertividad puede ser la más cruel de las virtudes cuando se la priva de excepciones.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Psicología y ciencia

Un artículo interesante sobre esos estudios que salen publicados habitualmente en los medios de comunicación e incluso en revistas especializadas y que distan mucho de ser "científicos"...
http://elpais.com/elpais/2015/08/27/ciencia/1440694670_334798.html

jueves, 27 de agosto de 2015

TOC

 TOC

Hay trastornos que parece que se ponen de moda. Escucho mucho últimamente eso de “creo que tengo un TOC”... Y la mayor parte de las veces va a ser que no. Hay que entender que es normal obsesionarse ocasionalmente con algunas ideas o pensamientos y que solamente entramos en la esfera de lo patológico cuando se empieza a sufrir por esas obsesiones hasta el punto de llegar a dificultar el día a día. Es muy característico que el paciente con TOC ocupe su mente con esas “ideas” y acabe sintiéndose en cierto modo como alguien despreciable por su naturaleza aberrante que cree única en el mundo. La sensación misma de que no pueden controlar su afloramiento hace que quienes padecen este calvario rehuyan las relaciones sociales o aquellas actividades que impliquen cierta presión, ya que a mayor ansiedad mayor posibilidad de sufrir un brote obsesivo.


                                  

El tratamiento debe empezar por una toma de conciencia por parte del paciente de la absoluta interdependencia entre su estado de ansiedad y la susceptibilidad de desarrollar lo que podríamos llamar “tics” mentales o de comportamiento. Hay que tener en cuenta que estas personas tienen una visión deformada de la realidad, y ese enfoque erróneo o distorsionado les mantiene en un clima de miedo extremo. Cuando preguntamos en consulta por esos miedos nos dicen que temen por su vida, o temen perder el juicio, o el trabajo, o el cariño de los demás... Son siempre temores que alimentan la espiral ansiedad-pánico-ansiedad. Reducir esa ansiedad es fundamental a corto plazo para poder trabajar posteriormente sobre ese negativismo vital que mencionábamos. 


                         


En casos de TOC graves sí que considero que el tratamiento farmacológico es de gran ayuda, incluso diría que imprescindible, para poder realizar una terapia psicológica provechosa. En este sentido, los ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina) se han mostrado como fármacos bastante eficaces. En cualquier caso creo que su uso debe complementarse con la práctica de técnicas de relajación y de habilidades de afrontamiento. Aceptar que los problemas siempre van a existir y poder llegar a verlos como retos, y no tanto como dramas, será otro de los puntos cruciales de la recuperación.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Ratón Pérez

Hace unos meses me habían publicado este artículo...

LA SINIESTRA HISTORIA DEL RATONCITO PÉREZ

Cuando un paciente viene a consulta suele empezar por contar “su historia”. La firmeza, convicción y proliferación de detalles me hacen caer fácilmente en la tentación de pensar que “eso es exactamente lo que ocurrió, ni más menos...”. Luego uno empieza a darle vueltas al tema, y entiende, una vez más, que cualquier relato puede ser contado de múltiples maneras. No hay formas infinitas ya que las posibles alternativas están limitadas, pero sí muchas. Lo fundamental es entender que ninguna historia abarca toda la experiencia del sujeto, y por tanto, que ninguna contempla toda la información posible. Siempre quedan resquicios, información no usada que puede utilizarse para organizar el relato de otra manera. Un simple cambio de perspectiva en la orientación abre puertas completamente nuevas a lo que hasta entonces podía ser una historia de fracaso y decepción o todo lo contrario. Me encontraba el otro día dándole vueltas a estos temas cuando empecé a escuchar a mi lado a un padre contarle a su hijo la famosa historia infantil del ratoncito Pérez. Al niño se le acababa de caer su primer diente de leche y escuchaba a su padre totalmente embelesado. Es una historia que se cuenta también en otros países con personajes distintos pero siempre aparentemente entrañables. De hecho, otro padre me comentó días después que él le había tenido que explicar a sus hijos cuando éstos se habían enterado por unos compañeros del colegio que había otros “seres” en otros países que hacían lo mismo que su ratoncito Pérez, que “el ratón, l´angelet, la ardilla y el hada hacen cosas parecidas porque trabajan todos en la misma empresa multinacional”. Me hizo gracia su comentario y a raíz de esa etiqueta maldita (empresa multinacional) empecé a plantearme que también se podría construir un relato bastante más desasosegante con los currantes de esa empresa... ¿Qué pasa si nos centramos únicamente en la conducta de estos seres? Se llevan el diente, una pieza de marfil al fin y al cabo y por tanto un material valioso, que intercambian por un pequeño detalle como una golosina o una moneda de muy bajo valor y ese marfil desaparece para siempre. Además, se llevan los dientes de todos los niños y niñas del mundo, los acaparan y no se sabe qué hacen con ellos. Los niños del mundo deberían unirse y reclamar urgentemente una ley de transparencia sobre las actividades de estos tipos. Desde luego, parece una historia de traficantes, con todas las connotaciones negativas que ello tiene... ¿Cómo es posible que hayamos estado tanto tiempo equivocados?

jueves, 6 de agosto de 2015

Artículo en El Correo Gallego

El martes me publicaba El Correo Gallego el siguiente artículo:

ECHANDO LAS REDES

Algunas empresas venden coches, otras venden cerveza, otras venden ordenadores... y otras venden pastillas... El objetivo es el mismo para todas: generar el máximo beneficio. Es obvio que la rentabilidad de cualquier empresa depende de incrementar el tamaño de su mercado y sus márgenes en cada venta. En este sentido las corporaciones farmacéuticas son máquinas cada vez más perfectas. Como reconoce Allen Frances, uno de los psiquiatras que participaron en la redacción del anterior DSM (Manual Diagnóstico de las Enfermedades Mentales), “aumentar la inflación diagnóstica era una de las claves del éxito del negocio”. Y esto requiere el máximo alcance demográfico, es decir, del niño más pequeño al adulto más viejo. Pero tampoco seamos ingenuos. La mercantilización de la enfermedad no puede ocurrir en el vacío. Requiere de la colaboración activa de muchos de nosotros: médicos que extiendan las recetas, psicólogos que asintamos para no parecer menos, pacientes que las soliciten, investigadores que corroboren supuestos nuevos trastornos, grupos de consumidores que reclamen más tratamientos, medios de comunicación que hagan correr la voz... Una buena campaña, bien financiada y sobre todo omnipresente, a favor de la “concienciación de una nueva enfermedad” puede ser un negocio muy rentable. Además, el terreno del trastorno mental es especialmente vulnerable a la manipulación porque suele carecer de pruebas biológicas y depende enormemente de juicios subjetivos.



La mayoría de las personas normales sufrimos, al menos ocasionalmente, síntomas leves y transitorios como tristeza, ansiedad, insomnio... que pueden ser fácilmente malinterpretados como trastornos mentales. El modelo de negocio dependerá de ampliar el conjunto de clientes convenciendo a los “probablemente sanos” de que están, como mínimo, “levemente enfermos”. Echar la red más grande siempre será bueno para los accionistas de la empresa. Al fin y al cabo, la principal fidelidad de cualquier corporación, aunque a veces lo olvidemos, es la que tiene con quien pone el dinero.

viernes, 31 de julio de 2015

Horario de recepción de llamadas en Agosto

Durante el mes de agosto el horario de recepción de llamadas será únicamente por las mañanas de 10h a 14h. Podéis escribirme también al email: gabineteandressampayo@gmail.com


miércoles, 22 de julio de 2015

La pena

Nuevo artículo que me publica El Correo Gallego:

PARTE DE LA VIDA

Los psiquiatras y psicólogos deberíamos ser mucho más cautos al ocuparnos de los procesos de duelo de las personas. Los últimos manuales diagnósticos hacen que cada vez sea más fácil diagnosticar un trastorno depresivo mayor a quien ha perdido a un ser querido, incluso durante las primeras semanas posteriores al fallecimiento, y esto, como en otros casos, acaba provocando que veamos trastornos mentales en lo que son simplemente procesos adaptativos normales. Y es que los seres humanos, queramos o no, a veces sentimos pena. Quizá sea el precio que hay que pagar por una de nuestras características más importantes: el apego. Nuestra vida se inicia con la necesidad de una madre que no sólo nos dé alimento y protección, sino sobre todo amor. Nuestras vidas consisten en una serie de relaciones y pérdidas. Luego morimos y se supone que otros lloran por nosotros. El hombre no es el único animal que se comporta así. De hecho casi todos los mamíferos lo hacen. Convertir el duelo en un problema médico somete a las personas que sienten pena por la muerte de un ser querido a una medicación innecesaria y potencialmente perjudicial. 



No existe una manera sana o “correcta” de vivir el duelo. Las diferentes culturas establecen una amplia variedad de reacciones y rituales. Salvo que haya una necesidad clara, los psicólogos y psiquiatras no deberíamos imponer nuestros propios rituales. Está bastante comprobado que la mayor parte de las personas se recuperan después de la pérdida sin necesidad de reexplorar los supuestos traumas de la infancia ni de adherirse a un tratamiento farmacológico. Esto no quiere decir que no deba existir una preocupación legítima ante el hecho de que la depresión mayor aparezca en ocasiones entre quienes han perdido a alguien importante. Cuando se aprecia ideación suicida, o algo similar a un brote psicótico, o la persona se muestra incapacitada para su vida diaria, es obvio que la terapia está más que justificada. Son casos excepcionales, no la norma. Debemos aceptar de una vez por todas que la pena forma parte de la vida y no es por sí misma ningún trastorno mental.

lunes, 20 de julio de 2015

Volviendo a la normalidad

Recomiendo la lectura del libro “Volviendo a la normalidad” de García de Vinuesa, González Pardo y Pérez Álvarez. Se desgrana de forma demoledora y con amplia bibliografía de qué manera se ha construido el diagnóstico de TDAH...
http://www.abc.es/familia-educacion/20150224/abci-tdah-medicacion-adultos-201502051627.html


lunes, 29 de junio de 2015

Escritura emocional

Varios medios de comunicación se han hecho eco estos días de las cartas escritas por los padres de Asunta que en primicia publicó El Correo Gallego. No es mi intención opinar sobre el caso sino resaltar el poder terapéutico que puede tener la escritura. Mientras leía la noticia me vino a la mente la técnica de James W. Pennebaker, psicólogo norteamericano que trabaja con un procedimiento denominado escritura emocional. Básicamente consiste en generar textos breves sobre acontecimientos que han sido muy estresantes para las personas. La bibliografía especializada la considera una de las técnicas terapéuticas más validadas dentro de los nuevos enfoques. Al paciente se le pide que escriba sin detenerse durante unos minutos a lo largo de varios días sobre un acontecimiento que le haya afectado profundamente. Debe ser además una experiencia que se siga recordando y que siga teniendo influencia en su vida. En el procedimiento original, Pennebaker pedía que se centraran en los pensamientos y sentimientos más profundos relacionados con el suceso, describiéndolo y analizando los efectos que producía, en cómo afectaba a su pasado, presente y futuro, y que intentaran vincularlo a su vez con otros aspectos de su vida. Finalmente se pedía una valoración general, indicando los aprendizajes obtenidos como resultado del ejercicio y las supuestas ganancias y pérdidas relacionadas. Como se puede apreciar, el procedimiento incluye muchos elementos típicos de las terapias constructitivistas: describir lo ocurrido, centrarse en los significados que la persona otorga a la experiencia, adoptar una actitud de observador y reorganizar lo ocurrido de una forma alternativa. 


Los resultados tras su aplicación suelen conllevar una considerable reducción de síntomas de depresión y ansiedad a medio y largo plazo. Como siempre, la explicación de su eficacia es muy diferente según las diferentes orientaciones de psicoterapia. Yo prefiero quedarme con los versos de Atahualpa Yupanqui: “le tengo rabia al silencio/por lo mucho que perdí/que no se quede callado/quien quiera vivir feliz”. Creo que son una clara invitación a expresar las dificultades y preocupaciones, y a la vez, una advertencia de las consecuencias que puede tener el no hacerlo.

miércoles, 10 de junio de 2015

Hipótesis biológica de la esquizofrenia

La hipótesis dopaminérgica es la que cuenta con mayor apoyo y sugiere que una hiperactividad de neuronas dopaminérgicas mesolímbicas y mesocorticales está presente en las personas con esquizofrenia. La hipótesis surge al observar la acción de los neurolépticos bloqueando los receptores dopaminérgicos (D2) e inhibiendo así su actividad, y también comprobando el efecto de determinados agonistas dopaminérgicos como las anfetaminas, que son capaces de producir síntomas psicóticos.

Davis reformuló (o más bien completó) esta teoría proponiendo que la esquizofrenia se asociaría a una disregulación en la transmisión dopaminérgica que origina una hiperfunción en la transmisión subcortical en las proyección mesolímbicas (que origina los síntomas positivos de delirios y alucinaciones) y una hipofunción de las mesocorticales al cortex prefrontal (que produce la sintomatología negativa y de déficits cognitivos).

No pretendo dar a entender que la causa de la esquizofrenia sea esta disregulación dopaminérgica. Ambas hipótesis lo único que hacen es describir un determinado funcionamiento de este neurotransmisor. El porqué se llega a esta dinámica ya es bastante más controvertido...


jueves, 4 de junio de 2015

Cine-terapia

EL PERSONAJE ES WILLY

Puede que las películas de cine, con independencia de la vía a través de la que se vean (salas de cine, televisión, ordenadores, tablets, móviles...) sean quizás las narrativas de ficción que más efecto tienen en la actualidad sobre las personas. Al igual que podemos decir que tenemos una banda sonora en nuestra vida, también podemos decir que tenemos una historia de vida ligada a determinadas películas. Me contaba un compañero psiquiatra hace unos días una anécdota que creo que ilustra bastante bien el efecto de sustitución del poder de la escritura por el de la imagen. Me decía que en un estudio reciente se preguntó a una muestra de jóvenes quién es Phileas Fogg, y muy pocos fueron capaces de reconocer al personaje principal de la novela “La vuelta al mundo en ochenta días” de Julio Verne, pero en cambio la mayoría sí pudieron reconocer a Willy Fogg, el personaje antropomórfico de dibujos animados que protagonizó la serie de televisión basada en esa misma novela. El personaje es Willy, no Phileas. En su opinión, los psicoterapeutas no deberíamos obviar este tipo de datos y tendríamos que plantearnos utilizar más el cine como herramienta. A él, según me cuenta, le resulta muy útil. Su explicación es que cuando se utiliza una película se pone en marcha una metáfora muy poderosa que suele crear algún tipo de reestructuración o “insight” en el paciente acerca de sus problemas. Además, es probable que esa película también cree un nuevo punto de unión entre paciente y terapeuta, posiblemente por tener que trabajar juntos sobre un elemento que en principio es ajeno a lo que se supone que ocurre normalmente en una terapia. Obviamente, es necesario elegir y preparar previamente las escenas que tengan potencialidad para resonar en la “guerra interior” y en la red de significados de ese paciente. 



Las películas nos podrán servir así para sugerir esas metáforas que faciliten la expresión emocional, e incluso hacen que sean menos artificiosas las habituales tareas para casa que se prescriben entre sesiones. No creo que haga falta hacer de esto una corriente terapéutica o una especie de cine-terapia, pero sí que podemos convertirlo en un recurso valioso, tanto por la naturaleza del propio cine como por la de la terapia.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Evitación

LO QUE TE ESTÁS PERDIENDO

Por lo que me cuentas tengo la impresión de que has aprendido a tratar con los recuerdos y pensamientos que te causan malestar como objetos de cambio, de la misma manera que lo haces con los eventos externos que te estorban o interfieren. Los quitas o te apartas de ellos y continuas haciendo lo que estabas haciendo. Aunque a priori parece la opción más fácil, no funciona con los llamados “eventos privados”. En primer lugar porque forman parte de uno mismo (¿es posible apartar o hacer desaparecer tu sombra?). En segundo lugar, y en realidad por idéntica razón, porque las reglas de evitación, control y escape contienen estímulos discriminativos relacionados con las propias experiencias que se quieren eliminar. Sería algo así como limpiar una superficie con un instrumento manchado de lo mismo. En tu caso, los intentos de control de la ansiedad que refieres que pones en práctica para evitar la experiencia de rubor en las relaciones sociales son los que en realidad están evocando la propia ansiedad como respuesta a tus construcciones verbales acerca de que no hay nada que temer. La conducta de evitación misma, por simple condicionamiento operante, fortalece sucesivas conductas de evitación.

Lamentablemente, el mundo en el que vivimos también hace mucho para que la evitación experiencial sea cada vez más predominante. Es cierto que los medios modernos propician enormemente la frecuencia de exposición al dolor y al horror y, a la vez, promueven activamente la evitación con mensajes de que el coche, la casa, la ropa o la pastilla adecuada eliminarán el disconfort, las tristeza, la ansiedad o la duda. Puede que, en muchos casos, la aceptación, por mucho malestar que inicialmente pueda provocar, sea la alternativa más saludable a la evitación experiencial. Como ya he dicho en alguna otra ocasión, aceptación no significa resignación, aguante o fatalismo. La aceptación a la que me refiero va en la línea de poder vivir las experiencias tal y como son, con ese concepto tan abstracto (pero creo que entendible) que el mindfullness y el zen llaman “conciencia plena” y con una actitud de apertura y curiosidad, intentando dejar a un lado defensas innecesarias y contraproducentes. La evitación siempre acaba quitando mucho más de lo que se propone.

viernes, 8 de mayo de 2015

Alienación y ansiedad

NI ES LO QUE TENGO NI ES LO QUE SOY

Esta noche tuve un sueño un poco raro... Por momentos casi se hubiera podido decir que era un pesadilla. Los objetos y las personas dejaban de ser objetos y personas y hablaban e interactuaban entre ellos como en una obra de teatro. Cada objeto tenía su papel y a su vez era cada vez menos el objeto que en realidad era. Recuerdo que en una esquina del onírico escenario había un reloj que ya no servía para marcar el tiempo (incluso iba retrasado) pero que ejercía de ostentosa joya y presumía de ello ante los demás. Sobre el suelo descansaban, dichosas, unas zapatillas deportivas con las que no se podía hacer deporte porque se rompían pero que representaban algo etéreamente superior y así se lo decían a los hombres y mujeres que las miraban. Y a su lado sonreía una chaqueta incómoda que no abrigaba nada pero con una etiqueta mágica que elevaba a quien la usaba a un estatus privilegiado... Las personas que por allí pululaban, siguiéndole el juego a los objetos, los trataban cada vez menos en su significación real y más en su extravagante y nueva representatividad. Poco a poco, y misteriosamente, las personas empezaron a olvidarse también de sus nombres y de su condición de personas hasta que de pronto ya sólo eran “médico”, “jueza”, “profesor”, “enferma”, “cocinero” y “mujer de”. Todos se comportaban hábilmente, dedicando a cada cual la palabra adecuada a su papel. Incluso la comunicación con las increíbles nuevas cualidades de los objetos era fácil y fluida. 



Recuerdo que fue entonces cuando aparecieron en el sueño dos niñas gemelas, de unos cuatro o cinco años, que estaban sentadas en las butacas del teatro. Observaban con una mezcla de sencillez e ingenuidad lo que estaba pasando y no entendían nada. Los actores sintieron su mirada y una extraña inquietud los invadió. Por unos minutos todo continuó igual. El caos vino después. Las niñas se dirigieron al escenario y empezaron a preguntar eso que no se puede preguntar: “ ¿por qué usas un reloj que funciona mal?, ¿por qué calzas unas zapatillas que se rompen?, ¿por qué te pones una chaqueta que no te abriga? ¿por qué no os llamáis por vuestro nombre? ¿por qué habláis siempre de lo mismo?” Los objetos, sorprendentemente, pasaron a ser de nuevo objetos. Las personas, turbadas y fuera de sí, no lograban encadenar las respuestas salvo para defenderse con fórmulas elusivas. Creo que fue ahí cuando desperté. La ansiedad ya era insoportable.