jueves, 27 de noviembre de 2014

De nuevo en Santiago TV

Os dejamos el enlace a la entrevista que Silvana Moril hizo a Andrés Sampayo este lunes 24 de noviembre en el canal Santiago TV:



                              http://www.santiagotv.es/tvcarta/santiago-te-ve/141124_a.flv

martes, 25 de noviembre de 2014

Cerebrocentrismo

PODER DE ADAPTACIÓN

Recuerdo que cuando estudiaba la carrera tenía claramente fijada esa idea de que el cerebro es el órgano supremo y creador, algo así como la sede, el centro de referencia y el lugar donde se investigan los asuntos humanos, incluyendo, claro está los trastornos psicológicos. Me licencié pensando más o menos lo mismo, puede que con algún que otro matiz, pero a grandes rasgos seguía creyendo que “todo” estaba ahí. Unos cuantos años después descubrí y asumí otras aproximaciones, en mi opinión algo más humildes. En ellas, por ejemplo, se referían al fenómeno de la plasticidad cerebral como una de las propiedades inherentes al desarrollo y se enfatizaba el papel mediador y posibilitador del cerebro más que su arrogante papel causal. Poco a poco fui entendiendo que el cerebro es ante todo un órgano mediador de la experiencia, la acción y la interacción, y no un creador o un agente causal de ellas. En términos experienciales, incluso se podría decir que el cerebro es más una variable dependiente de la propia conducta y de las condiciones del ambiente, que una variable independiente que las origine. Escuchaba comentar el otro día a un compañero en las conferencias sobre la psicosis que se celebraron en Santiago de Compostela, que siendo el cerebro humano el más potente entre las especies por su capacidad para adquirir nuevas organizaciones funcionales debidas a las influencias sociales, es también el más impotente si carece de ellas (de esas influencias sociales). Me sentí identificado con su pensamiento. Y es que, por mucho que lo tratemos como “algo aparte”, el cerebro no deja de ser un órgano más del cuerpo, y como órgano forma parte estructural y funcional del mismo, a su vez en sinergia con todo un andamiaje cultural sin el cual nada sería.

                        

Debemos abrir mucho más el campo de nuestras intervenciones terapéuticas dejando de otorgar al cerebro la exclusividad del papel causal de nuestros problemas, y eso no significa restarle importancia, pero sí modificar nuestra idea al respecto, ya que posiblemente el valor y el genio del cerebro no están en crear y causar, sino en mediar y posibilitar los cambios que las personas necesitamos para vivir, aunque eso sí, siempre de acuerdo a las disponibilidades y restricciones del medio.

martes, 18 de noviembre de 2014

Las ciudades invisibles

Marco Polo describe un puente, piedra por piedra.
-         ¿Pero cuál es la piedra que sostiene el puente?- pregunta Kubai Kan.
-         El puente no está sostenido por esta piedra o por aquella- responde Marco-, sino por la línea del arco que ellas forman.
Kubai permanece silencioso, reflexionando. Después añade:
-         ¿Por qué me hablas de las piedras? Es sólo el arco lo que importa.
Marco Polo le responde:
-         Sin piedras no hay arco.



(Italo Calvino, Las ciudades invisibles)

jueves, 13 de noviembre de 2014

Fin del Modo Automático

El mindfulness parece dar respuesta a la llamada “cultura de buscadores”, referida a aquellos que se consideran más espirituales que religiosos y que andan buscando “algo más”. El crecimiento exponencial de libros de autoayuda a partir de la década de los noventa podría entenderse desde esta perspectiva. Estamos continuamente recibiendo mensajes que nos incitan a estar en armonía con nosotros mismos a través de actividades como yoga, meditación, retiros budistas, spas, sesiones de psicología positiva, coaching, encuentros para degustar infusiones que prometen calma interior y crecimiento espiritual...

A veces creo que el mindfulness parece cumplir el papel de la religión para aquellos que abandonaron la religión de origen o se sienten abandonados por ella... Y no digo lo de "religión" en un sentido peyorativo.

                   

En cualquier caso el mindfulness proporciona un espacio de calma en una sociedad enferma, en la que ya parece que somos una especie de post-humanos en los que el propio cuerpo y la propia mente son meros objetos de intercambio. Habitamos más el futuro que el presente, de manera que nunca estamos en lo que estamos y donde estamos. El mindfulness (y como he dicho ya en otras ocasiones, el zen) nos brinda la oportunidad de salir de ese “modo automático” que llevamos activado todo el día y que nos está haciendo mucho daño.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Depresión

El Correo Gallego me publica hoy este artículo:

LA DEPRESIÓN COMO GRIPE

Es habitual que los pacientes vengan a la consulta hablando de la depresión como si fuera algo que está dentro de ellos, y más concretamente, de su cerebro. Me piden que se la quite de ahí, y cuando lo haga y ya se encuentren bien, será cuando empezarán ellos a relacionarse de nuevo con el mundo... Mientras tanto no puedo pedirles nada porque “eso” está ahí... No suele ser bien recibido que yo les diga que la depresión no le “sale” a uno de ningún sitio como le podría salir una erupción ni tampoco le “entra” como acaso entra una gripe. Deberíamos empezar a entender la depresión desde una concepción contextual, la cual es completamente distinta a la habitual concepción médica o del déficit. El modelo contextual supone que la depresión es más una situación dentro de la que está la persona que algo que la persona tiene dentro de sí misma. Leía el otro día en un manual de terapias de tercera generación que el término alemán “stimmung” se podría traducir al castellano como un estado de ánimo indisoluble de uno con el mundo, y me pareció que eso sí se podría acercar a mi idea al respecto. En vez de hablar de enfermedad, veo más constructivo y terapéutico situar a la depresión en un circuito de antecedentes y consecuentes. Los antecedentes son a veces fáciles de identificar (eventos vitales negativos, circunstancias personales) y otras veces difíciles, según están sumidos en la historia biográfica. Dada la disminución de alicientes y del sentido de la vida, un patrón de evitación consistente en dejar de hacer actividades y la rumiación de pensamientos, así como la tristeza y el desánimo, son normales... Y lo son por frecuentes y hasta por funcionales... en principio. ¿Y cuándo estas respuestas dejan de ser normales, funcionales y adaptativas, para convertirse en “depresión”? No es fácil de determinar y de hecho seguramente no hay un punto fijo, ni un termómetro que lo mida, siendo el punto crítico en cada caso relativamente idiosincrásico. Quizás podríamos resolver esta cuestión definiendo el trastorno psicológico como un esfuerzo contraproducente por resolver una situación problemática, en el que las propias conductas y reacciones resultan ellas mismas parte del problema. Estar triste, desanimado o desmoralizado no es propiamente el problema ya que no deja de ser una situación más de la vida por la que todos pasamos en algún momento, sino que es la forma en que respondemos a esas experiencias y eventos privados la que desarrolla el problema, de modo que, como ocurre en muchas ocasiones, y aunque resulte paradójico, son en realidad nuestros intentos de solución los que acaban constituyendo la depresión.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Deja de pensar así

Flexibilidad psicológica es tener capacidad para experimentar pensamientos, sentimientos, sensaciones, recuerdos e imágenes de manera plena, sin tratar de evitarlos, controlarlos o juzgarlos. Esta filosofía terapéutica es relativamente diferente de la que se desprende de la terapia cognitivo-conductual, en la medida en que ésta se propone el cambio de esos eventos por otros que el terapeuta considera que van a ser “mejores para esa persona”. 




Quizá sería más efectivo centrarse en el contexto y en la función que están teniendo esos eventos, o síntomas al fin y al cabo, y no tanto en los síntomas mismos. Además, ¿va a cambiar esa persona sus pensamientos, sentimientos, sensaciones, creencias, esquemas... por el hecho de que yo le diga que lo haga?