martes, 25 de noviembre de 2014

Cerebrocentrismo

PODER DE ADAPTACIÓN

Recuerdo que cuando estudiaba la carrera tenía claramente fijada esa idea de que el cerebro es el órgano supremo y creador, algo así como la sede, el centro de referencia y el lugar donde se investigan los asuntos humanos, incluyendo, claro está los trastornos psicológicos. Me licencié pensando más o menos lo mismo, puede que con algún que otro matiz, pero a grandes rasgos seguía creyendo que “todo” estaba ahí. Unos cuantos años después descubrí y asumí otras aproximaciones, en mi opinión algo más humildes. En ellas, por ejemplo, se referían al fenómeno de la plasticidad cerebral como una de las propiedades inherentes al desarrollo y se enfatizaba el papel mediador y posibilitador del cerebro más que su arrogante papel causal. Poco a poco fui entendiendo que el cerebro es ante todo un órgano mediador de la experiencia, la acción y la interacción, y no un creador o un agente causal de ellas. En términos experienciales, incluso se podría decir que el cerebro es más una variable dependiente de la propia conducta y de las condiciones del ambiente, que una variable independiente que las origine. Escuchaba comentar el otro día a un compañero en las conferencias sobre la psicosis que se celebraron en Santiago de Compostela, que siendo el cerebro humano el más potente entre las especies por su capacidad para adquirir nuevas organizaciones funcionales debidas a las influencias sociales, es también el más impotente si carece de ellas (de esas influencias sociales). Me sentí identificado con su pensamiento. Y es que, por mucho que lo tratemos como “algo aparte”, el cerebro no deja de ser un órgano más del cuerpo, y como órgano forma parte estructural y funcional del mismo, a su vez en sinergia con todo un andamiaje cultural sin el cual nada sería.

                        

Debemos abrir mucho más el campo de nuestras intervenciones terapéuticas dejando de otorgar al cerebro la exclusividad del papel causal de nuestros problemas, y eso no significa restarle importancia, pero sí modificar nuestra idea al respecto, ya que posiblemente el valor y el genio del cerebro no están en crear y causar, sino en mediar y posibilitar los cambios que las personas necesitamos para vivir, aunque eso sí, siempre de acuerdo a las disponibilidades y restricciones del medio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario