jueves, 27 de agosto de 2015

TOC

 TOC

Hay trastornos que parece que se ponen de moda. Escucho mucho últimamente eso de “creo que tengo un TOC”... Y la mayor parte de las veces va a ser que no. Hay que entender que es normal obsesionarse ocasionalmente con algunas ideas o pensamientos y que solamente entramos en la esfera de lo patológico cuando se empieza a sufrir por esas obsesiones hasta el punto de llegar a dificultar el día a día. Es muy característico que el paciente con TOC ocupe su mente con esas “ideas” y acabe sintiéndose en cierto modo como alguien despreciable por su naturaleza aberrante que cree única en el mundo. La sensación misma de que no pueden controlar su afloramiento hace que quienes padecen este calvario rehuyan las relaciones sociales o aquellas actividades que impliquen cierta presión, ya que a mayor ansiedad mayor posibilidad de sufrir un brote obsesivo.


                                  

El tratamiento debe empezar por una toma de conciencia por parte del paciente de la absoluta interdependencia entre su estado de ansiedad y la susceptibilidad de desarrollar lo que podríamos llamar “tics” mentales o de comportamiento. Hay que tener en cuenta que estas personas tienen una visión deformada de la realidad, y ese enfoque erróneo o distorsionado les mantiene en un clima de miedo extremo. Cuando preguntamos en consulta por esos miedos nos dicen que temen por su vida, o temen perder el juicio, o el trabajo, o el cariño de los demás... Son siempre temores que alimentan la espiral ansiedad-pánico-ansiedad. Reducir esa ansiedad es fundamental a corto plazo para poder trabajar posteriormente sobre ese negativismo vital que mencionábamos. 


                         


En casos de TOC graves sí que considero que el tratamiento farmacológico es de gran ayuda, incluso diría que imprescindible, para poder realizar una terapia psicológica provechosa. En este sentido, los ISRS (Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina) se han mostrado como fármacos bastante eficaces. En cualquier caso creo que su uso debe complementarse con la práctica de técnicas de relajación y de habilidades de afrontamiento. Aceptar que los problemas siempre van a existir y poder llegar a verlos como retos, y no tanto como dramas, será otro de los puntos cruciales de la recuperación.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Ratón Pérez

Hace unos meses me habían publicado este artículo...

LA SINIESTRA HISTORIA DEL RATONCITO PÉREZ

Cuando un paciente viene a consulta suele empezar por contar “su historia”. La firmeza, convicción y proliferación de detalles me hacen caer fácilmente en la tentación de pensar que “eso es exactamente lo que ocurrió, ni más menos...”. Luego uno empieza a darle vueltas al tema, y entiende, una vez más, que cualquier relato puede ser contado de múltiples maneras. No hay formas infinitas ya que las posibles alternativas están limitadas, pero sí muchas. Lo fundamental es entender que ninguna historia abarca toda la experiencia del sujeto, y por tanto, que ninguna contempla toda la información posible. Siempre quedan resquicios, información no usada que puede utilizarse para organizar el relato de otra manera. Un simple cambio de perspectiva en la orientación abre puertas completamente nuevas a lo que hasta entonces podía ser una historia de fracaso y decepción o todo lo contrario. Me encontraba el otro día dándole vueltas a estos temas cuando empecé a escuchar a mi lado a un padre contarle a su hijo la famosa historia infantil del ratoncito Pérez. Al niño se le acababa de caer su primer diente de leche y escuchaba a su padre totalmente embelesado. Es una historia que se cuenta también en otros países con personajes distintos pero siempre aparentemente entrañables. De hecho, otro padre me comentó días después que él le había tenido que explicar a sus hijos cuando éstos se habían enterado por unos compañeros del colegio que había otros “seres” en otros países que hacían lo mismo que su ratoncito Pérez, que “el ratón, l´angelet, la ardilla y el hada hacen cosas parecidas porque trabajan todos en la misma empresa multinacional”. Me hizo gracia su comentario y a raíz de esa etiqueta maldita (empresa multinacional) empecé a plantearme que también se podría construir un relato bastante más desasosegante con los currantes de esa empresa... ¿Qué pasa si nos centramos únicamente en la conducta de estos seres? Se llevan el diente, una pieza de marfil al fin y al cabo y por tanto un material valioso, que intercambian por un pequeño detalle como una golosina o una moneda de muy bajo valor y ese marfil desaparece para siempre. Además, se llevan los dientes de todos los niños y niñas del mundo, los acaparan y no se sabe qué hacen con ellos. Los niños del mundo deberían unirse y reclamar urgentemente una ley de transparencia sobre las actividades de estos tipos. Desde luego, parece una historia de traficantes, con todas las connotaciones negativas que ello tiene... ¿Cómo es posible que hayamos estado tanto tiempo equivocados?

jueves, 6 de agosto de 2015

Artículo en El Correo Gallego

El martes me publicaba El Correo Gallego el siguiente artículo:

ECHANDO LAS REDES

Algunas empresas venden coches, otras venden cerveza, otras venden ordenadores... y otras venden pastillas... El objetivo es el mismo para todas: generar el máximo beneficio. Es obvio que la rentabilidad de cualquier empresa depende de incrementar el tamaño de su mercado y sus márgenes en cada venta. En este sentido las corporaciones farmacéuticas son máquinas cada vez más perfectas. Como reconoce Allen Frances, uno de los psiquiatras que participaron en la redacción del anterior DSM (Manual Diagnóstico de las Enfermedades Mentales), “aumentar la inflación diagnóstica era una de las claves del éxito del negocio”. Y esto requiere el máximo alcance demográfico, es decir, del niño más pequeño al adulto más viejo. Pero tampoco seamos ingenuos. La mercantilización de la enfermedad no puede ocurrir en el vacío. Requiere de la colaboración activa de muchos de nosotros: médicos que extiendan las recetas, psicólogos que asintamos para no parecer menos, pacientes que las soliciten, investigadores que corroboren supuestos nuevos trastornos, grupos de consumidores que reclamen más tratamientos, medios de comunicación que hagan correr la voz... Una buena campaña, bien financiada y sobre todo omnipresente, a favor de la “concienciación de una nueva enfermedad” puede ser un negocio muy rentable. Además, el terreno del trastorno mental es especialmente vulnerable a la manipulación porque suele carecer de pruebas biológicas y depende enormemente de juicios subjetivos.



La mayoría de las personas normales sufrimos, al menos ocasionalmente, síntomas leves y transitorios como tristeza, ansiedad, insomnio... que pueden ser fácilmente malinterpretados como trastornos mentales. El modelo de negocio dependerá de ampliar el conjunto de clientes convenciendo a los “probablemente sanos” de que están, como mínimo, “levemente enfermos”. Echar la red más grande siempre será bueno para los accionistas de la empresa. Al fin y al cabo, la principal fidelidad de cualquier corporación, aunque a veces lo olvidemos, es la que tiene con quien pone el dinero.