miércoles, 21 de febrero de 2018

Trastorno y contexto

El trance meditativo, en la India, es una práctica intensa y sistemática de meditación llevada a cabo por yoguis con el fin de producir una alteración permanente de la conciencia. Al parecer, los más experimentados pueden acceder a personalidades dobles, alucinaciones visuales y auditivas y creen que poseen poderes espirituales tales como influir en el clima o caminar sobre el agua. Según explican, la experiencia de trance deriva de una práctica cuya clave está en la concentración de la atención, primero fijándose en algo particular como un idea o un objeto, manteniendo después ininterrumpidamente la atención en ese algo, y finalmente “fusionándose con ello, sin conciencia de nada más, ni siquiera del yo”. Podríamos asumir que la alteración de la conciencia alcanzada viene a ser una forma de alteración semejante a lo que en nuestra sociedad categorizamos como episodios psicóticos, al menos desde un punto de vista fenomenológico. No deja de ser curioso que a su vez pueda ser descrito como una práctica cultural en el que un determinado entrenamiento de la atención llega a producir una desvinculación de las formas habituales de articulación con el mundo. No quiero decir con esto que la experiencia de los pacientes con esquizofrenia siga los pasos que llevan al yogui al trance, pero sí que los mecanismos psicológicos del trance meditativo pueden ser similares en estructura a los trances espontáneos de algunas psicosis. Si se considera que muchos yoguis tienen una historia de abuso en la infancia y depresión previa al comienzo de la meditación, similar a las crisis de los chamanes de las culturas primitivas, cabe sugerir también que el trance meditativo y, en su caso, el chamanismo sean formas alternativas a la psicosis, o incluso episodios psicóticos canalizados de una forma no clínica.


Vemos así como las mismas conductas que son vistas en nuestra sociedad como síntomas psiquiátricos pueden, en otras sociedades, en otros momentos históricos, o en otros contextos, estar de algún modo canalizadas por determinadas estructuras institucionales, e incluso cumplir algún tipo de función en el conjunto de la cultura. No es mi intención cuestionar la existencia de los trastornos mentales, pero creo que tampoco debemos nunca perder de vista que la experiencia de los mismos está enormemente mediatizada por influencias culturales, incluyendo, como no, el marketing farmacéutico, psiquiátrico, y también psicológico.

lunes, 19 de febrero de 2018

Asperger

"El síndrome de Asperger comparte con el autismo sus características más representativas como la dificultad en la comunicación social y la falta de flexibilidad de pensamiento y comportamiento. Sin embargo, la capacidad intelectual de las personas con este trastorno está dentro de la media y, en ocasiones, es incluso superior a la del resto de la población".

jueves, 15 de febrero de 2018

Peterson...

“El discurso de Jordan B. Peterson no es nada novedoso, en el sentido de que sustenta los valores tradicionales, propios del patriarcado, bajo el pretexto "biológico" y con una lógica simple, aunque interesadamente demagógica".

jueves, 8 de febrero de 2018

Ir al psicólogo

"Yo siempre me creí un tipo duro. Un bravucón como los de antes, de los de garrota y chapela, a los que les estaba prohibido sufrir. Error. No me conocía. La terapia me puso delante del espejo, a pelo y sin anestesia, y mirarme a los adentros es una de las experiencias más tremendas que hice nunca. Pero obedecí a la señora X. Apreté los dientes. Tuve paciencia. Y hoy, alabado sea mi cerebelo, empiezo a encontrarme bien. A ratos muy bien". http://www.elmundo.es/papel/firmas/2018/02/08/5a7b210ce5fdea64368b45e8.html

jueves, 1 de febrero de 2018

Ataque de pánico desde un enfoque cognitivo-conductual

Las personas que sufren ataques de pánico recurrentes tienen una tendencia a interpretar de forma errónea y catastrófica las sensaciones corporales que experimentan. La interpretación de esas sensaciones produce una elevación de la ansiedad que a su vez aumenta la atención a las sensaciones físicas iniciales, generándose así un círculo vicioso que acaba desembocando en el ataque de pánico. Es importante en toda terapia un componente psicoeducativo en el que podamos explicarle al paciente qué es lo que le está ocurriendo así como ponerle ejemplos de esos círculos viciosos a los que nos referíamos. Preguntaremos por sus pensamientos y sentimientos, identificando y retando posteriormente sus interpretaciones sesgadas. El paciente podrá comprobar cómo la atención al cuerpo, la evitación y las propias imágenes mentales pueden mantener las interpretaciones negativas sobre las sensaciones del cuerpo. Centrándonos en los peores temores del paciente sobre las sensaciones que experimenta podremos ayudarlo a generar explicaciones alternativas no catastróficas. El siguiente paso será someterlo a pequeños “experimentos conductuales” en los que induciremos esas sensaciones temidas mediante la hiperventilación o la lectura de palabras amenazantes. El objetivo de la exposición interoceptiva, lo mismo que en el caso de la exposición a los estímulos fóbicos externos, consiste en debilitar la asociación entre las señales corporales específicas y las reacciones de pánico. Otro punto importante serán las recomendaciones que le demos al paciente de cara a abandonar las llamadas “conductas de seguridad”, que son aquellos comportamientos que el sujeto lleva a cabo para contrarrestar las sensaciones corporales y evitar la catástrofe que está anticipando. Ejemplos de este tipo de conducta son el agarrarse con fuerza a un amuleto, cerrar los ojos con fuerza repitiéndose alguna frase, movimientos estereotipados, beber, fumar, uso de drogas... Si permitimos estas conductas no podremos lograr el cambio cognitivo que buscamos ya que reducirán momentáneamente la ansiedad pero mantendrán las creencias distorsionadas, actuando de forma similar a las compulsiones en los pacientes obsesivos.