miércoles, 25 de junio de 2014

Sobre la bulimia (La condena de Sísifo)


El lunes El Correo Gallego nos publicó este artículo:

LA CONDENA DE SÍSIFO

Etimológicamente, el término bulimia significa “hambre de buey”. Quien padece este trastorno tiende a comer de manera desproporcionada e irregular, provocándose posteriormente el vómito para poder expulsar esa comida ingerida, y de algún modo, también la “sensación de culpa”. Con frecuencia, la vida de estas personas transcurre entre un atracón y otro, o bien entre intentos de ponerse a dieta y estrepitosas recaídas en los atracones. Como en la condena de Sísifo, el bulímico trata de empujar la enorme piedra ladera arriba para luego verla rodar de nuevo hasta el fondo (“empeñado en subir para luego bajar por pendientes imposibles” canta Ignacio González). Muchas veces, después de algunos intentos, la persona cede rindiéndose totalmente ante la comida, siendo esta la vía por la cual se convierten en obesos. Son demoledores los datos que nos dicen que más del ochenta por ciento de las personas sometidas a dieta terminan con sobrepeso evidente... ¿La conclusión es que “estar a dieta” engorda?


                              


Lo que es indudable es que el control obsesivo de la alimentación para mantener un peso constante o perderlo revela toda su carga paradójica en la pérdida total del control. La otra característica que está presente con frecuencia en los pacientes bulímicos es la sobrevaloración estética de los demás y la infravaloración de ellos mismos. Esto les empuja todavía más a ese control de la alimentación que referíamos. Lo más curioso de todo, es que siendo ésta, una explicación bastante conocida y aceptada en general, en la mayoría de los casos, las indicaciones médicas y psicológicas se centran en la toma de control de la situación, es decir, que se insiste en la solución que se ha convertido en problema. En los últimos años, desde la terapia sistémica se ha intentado cambiar este enfoque con resultados muy prometedores. Se propone lo que se llama la “dieta paradójica”, basándose en eliminar ese “control que hace perder el control”. A los pacientes se les prescribe comer lo que más les guste, pero única y exclusivamente durante las tres comidas, sin limitaciones de cantidad o calidad. Los atracones y el picoteo entre horas desaparecen, y aunque las comidas sean abundantes, la persona se da cuenta de que no aumenta de peso... y es más, al cabo de pocas semanas comienza a bajar, en cierto modo porque el deseo de alimentos prohibidos disminuye. Como decía Oscar Wilde: “a veces, la única manera de vencer una tentación es sucumbir a ella”.

jueves, 19 de junio de 2014

De vuelta...

Hemos estado unos días fuera de servicio. Poco a poco volveremos a la normalidad. Dejo aquí el último artículo que nos había publicado El Correo Gallego:



LA MULETA QUÍMICA

El miedo patológico es, sin duda, uno de los problemas psicológicos que más atiendo en la consulta. La OMS lo catalogó hace diez años como una de las patologías humanas más importantes y es que por aquel entonces ya afectaba a más del veinte por ciento de la población mundial. Todos sabemos que existen numerosos tipos de fobia que se diferencian fundamentalmente en lo que las desencadena: desde el miedo a perder el control y enloquecer, a sonrojarse en público, a morir por una enfermedad fulminante, a volar, a los perros, a las arañas, a los pájaros, al agua... Sin embargo, el proceso por el que se llega a la psicopatología es habitualmente el mismo. Todos los fóbicos entran en un círculo vicioso que deriva de sus intentos de mitigar ese miedo: la evitación, la demanda de protección y la búsqueda de control (que a su vez les hace perder el control). La combinación de estas tres modalidades de reacción ante el miedo conduce al cabo de pocos meses a una reclusión forzosa en su propia prisión. Parece evidente que la terapia debería intentar interrumpir ese círculo vicioso que el sujeto pone en marcha mediante sus propios intentos fallidos de gestionar su miedo. Podríamos pensar que siendo así, bastaría con explicarle al sujeto dónde se equivoca y pedirle que corrija su comportamiento. Sin embargo, también es bien sabido que todo ser vivo se opone a un cambio de su equilibrio, incluso cuando es claramente disfuncional, de modo que no es tan fácil hacer que un fóbico deje de evitar, de pedir protección y de tratar de controlar lo que no puede controlar.


                          

Decían ya los antiguos sumerios que “cuando nos enfrentamos al miedo, éste se convierte en coraje, pero cuando lo evitamos, éste se convierte en pánico”. Salvando las distancias y viéndolo desde un enfoque cinematográfico, en la película Rocky Balboa me parece muy inspiradora la escena en la que el boxeador le dice a su pupilo que “el miedo es como el fuego que arde en tu interior, si no lo controlas te quemará, pero si lo sabes usar podrá ser un arma muy poderosa”. Llevado a la práctica, al fóbico no le queda más remedio que aprender a sumergirse voluntariamente en sus peores imágenes mentales. Al hacerlo, se crea el efecto paradójico de la anulación de la sintomatología. Vendría a ser como si se evocara un fantasma una y otra vez para luego tocarlo y hacer que se desvanezca. Los estudios señalan que un noventa por ciento de las fobias tratadas en terapia resuelven el problema sin recurrir a fármacos. Y es que éstos últimos constituyen una variante del círculo vicioso propuesto anteriormente: por un lado, la muleta química reduce la ansiedad (evitación), y por otro confirma a la persona su incapacidad de conseguirlo por sí mismo.

viernes, 6 de junio de 2014

Figura y fondo (Ejemplo)

Continuando el post anterior...

Estoy en una interesante conversación contigo y empiezo a recordar lo que me dijo hoy mi jefe... Si al cabo de una rato me sigo imponiendo postergar mi incomodidad por sus hirientes palabras no estaré en ninguna de las dos cosas: ni contigo ni con mi enfado. A esto se le llama "estar interrumpido".
En el día a día nos "interrumpimos" cada vez que nos encontramos en una situación en la que más de una figura compite por ser resuelta. La pugna por la resolución que reclaman las situaciones inconclusas diseminadas en el fondo son el punto de partida...


El objetivo es aprender a conectarse comprometidamente en cada momento con la capacidad de vivir "aquí y ahora", resolviendo cada situación, cuando sea posible, en cuanto se presenta.
Como dice Jorge Bucay: "no te interrumpas, date permiso, date tiempo, date lugar, date todo..."

miércoles, 4 de junio de 2014

Figura y fondo

La Gestalt distingue entre figura y fondo. Esto de lo que nos estamos ocupando ahora es la figura, el resto es el fondo. De instante en instante algo desde el fondo pasa a primer plano reclamando nuestra atención. O resolvemos la figura o la devolvemos al fondo postergando su solución.

Lo que parece claro es que no podemos ver con claridad dos figuras a la vez...

¿Qué has visto primero?

¿Las dos caras?
¿La copa?

lunes, 2 de junio de 2014

Estabilidad...

Siempre repetía lo mismo: “ayúdeme por favor, lo único que quiero es una relación estable, se lo aseguro, con eso sería feliz”. Al principio el psicólogo que lo atendía no sabía muy bien qué contestarle. Fue hace bastantes años y yo aún estaba en prácticas. Me parece que le dijo algo así: “no te preocupes, en el momento en que consiga hacerme con una, te llamo y te la doy”. El paciente no se lo tomó muy bien y se largó dando un portazo... 

Psicológicamente hablando, queremos siempre situaciones que nos resulten cómodas y seguras. Queremos saber qué esperar del otro y no tener que sufrir el dolor de la alternancia y el cambio. Pero, ¿qué es realmente estable? En el mundo fenoménico no hay otra cosa que cambios, pero, igualmente, le pedimos estabilidad. Cuando un terapeuta está de acuerdo en que un cliente debe hallar o crear una relación “estable”, el terapeuta se convierte en parte del problema. Es una locura anhelar algo que es totalmente contrario a la naturaleza de la propia vida. Hay un dicho zen que me gusta mucho y que dice: “ser el propio cambio conlleva paz”. Puede parecer complicado pero para mí significa simplemente no esperar controlar la vida, sino saber que cada instante será nuevo. No es muy difícil darse cuenta de que nuestro cuerpo cambia, nuestros pensamientos cambian y de que el invierno se transforma en primavera. Al convertirnos en el propio cambio logramos la habilidad de aceptar y lidiar de manera más saludable con todo lo que nos ocurre. La mayoría de nosotros nos pasamos media vida luchando contra el hecho de la impermanencia. Cuando la lucha se torna extrema, lleva al estrangulamiento, la obsesión, la adicción, a aferrarse inútilmente...