LA CONDENA DE SÍSIFO
Etimológicamente, el término bulimia significa “hambre de buey”. Quien padece este trastorno tiende a comer de manera desproporcionada e irregular, provocándose posteriormente el vómito para poder expulsar esa comida ingerida, y de algún modo, también la “sensación de culpa”. Con frecuencia, la vida de estas personas transcurre entre un atracón y otro, o bien entre intentos de ponerse a dieta y estrepitosas recaídas en los atracones. Como en la condena de Sísifo, el bulímico trata de empujar la enorme piedra ladera arriba para luego verla rodar de nuevo hasta el fondo (“empeñado en subir para luego bajar por pendientes imposibles” canta Ignacio González). Muchas veces, después de algunos intentos, la persona cede rindiéndose totalmente ante la comida, siendo esta la vía por la cual se convierten en obesos. Son demoledores los datos que nos dicen que más del ochenta por ciento de las personas sometidas a dieta terminan con sobrepeso evidente... ¿La conclusión es que “estar a dieta” engorda?
Lo que es indudable es que el control obsesivo de la alimentación para mantener un peso constante o perderlo revela toda su carga paradójica en la pérdida total del control. La otra característica que está presente con frecuencia en los pacientes bulímicos es la sobrevaloración estética de los demás y la infravaloración de ellos mismos. Esto les empuja todavía más a ese control de la alimentación que referíamos. Lo más curioso de todo, es que siendo ésta, una explicación bastante conocida y aceptada en general, en la mayoría de los casos, las indicaciones médicas y psicológicas se centran en la toma de control de la situación, es decir, que se insiste en la solución que se ha convertido en problema. En los últimos años, desde la terapia sistémica se ha intentado cambiar este enfoque con resultados muy prometedores. Se propone lo que se llama la “dieta paradójica”, basándose en eliminar ese “control que hace perder el control”. A los pacientes se les prescribe comer lo que más les guste, pero única y exclusivamente durante las tres comidas, sin limitaciones de cantidad o calidad. Los atracones y el picoteo entre horas desaparecen, y aunque las comidas sean abundantes, la persona se da cuenta de que no aumenta de peso... y es más, al cabo de pocas semanas comienza a bajar, en cierto modo porque el deseo de alimentos prohibidos disminuye. Como decía Oscar Wilde: “a veces, la única manera de vencer una tentación es sucumbir a ella”.
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