viernes, 28 de marzo de 2014

Estrés: síndrome general de adaptación

Selye en el año 1956 describió los cambios que se producen en una persona como consecuencia de la presencia, más o menos sostenida, de un estresor. La activación varía a lo largo de tres fases diferenciadas:

Fase de Alarma: inmediatamente después del reconocimiento de la amenaza comienza la liberación de adrenalina, corticotrofina y corticoides para movilizar al organismo con el fin de afrontar y superar la situación. Si se supera la situación, se pone fin al síndrome, en caso contrario, el organismo debe reducir la cantidad de recursos excepcionales movilizados, pasando a una segunda fase.

Fase de Resistencia: la activación, aunque menor, sigue siendo muy elevada. Los esfuerzos se dirigen hacia el agente estresor y se pone menos atención a otros estímulos. Si el sobreesfuerzo consigue superar la situación se pone fin al síndrome. Si no es así, la activación tampoco puede mantenerse de manera indefinida porque se consumen recursos a mayor velocidad de la que se adquieren. Se pasa a la tercera fase.

Fase de Agotamiento: el organismo agota sus recursos y pierde su capacidad de adaptación.



Las consecuencias asociadas no se militan al plano psicológico o emocional. Múltiples sistemas y funciones del organismo se ven afectados:

Sistema cardiovascular: aumento de la presión sanguínea, vasoconstricción, posibles arritmias...

Metabolismo: incremento de liberación y producción de glucosa, catabolismo proteico, aumento de ácidos grasos, aumento del colesterol...

Sistema inmune: involución tímica y reducción de la competencia inmunológica...

Tiroides: funcionamiento anómalo (incremento tamaño/actividad)

Hígado: involución

Páncreas: involución

Riñón: degeneración...

La intervención psicológica busca modificar los patrones cognitivos y conductuales en los casos en los que el síndrome ya ha aparecido. Lo ideal, en cualquier caso, es un enfoque preventivo, actuando antes de que el organismo agote sus recursos.

miércoles, 26 de marzo de 2014

La navaja de Ockham

“Lo tengo más que comprobado. No me mira a los ojos cuando entra por la mañana en el despacho porque lo sabe todo. Tiene medios técnicos muy sotisficados y un montón de personal a su alrededor que le cuentan mis cosas…”



Una vez bien atrincheradas, las teorías y explicaciones que damos a lo que nos ocurre, son muy difíciles de desalojar. Del mismo modo que Ptolomeo añadió epiciclo sobre epiciclo para salvar su teoría de la órbita planetaria, los demás también tendemos a embellecer y adornar cualquier teoría o explicación para convencer a otros (y sobre todo a nosotros mismos) de su valía y acierto.


Recuerdo el experimento que un profesor de la facultad nos contó en su clase hace ya algunos años sobre dos individuos, llamémosles José y Paco, a los que se les pedía que intentaran reconocer, por el método de ensayo y error, la diferencia en el aspecto físico entre ratones sanos y ratones enfermos. Naturalmente, ni Paco ni José eran biólogos ni habían estudiado nada sobre el tema. Cada uno de ellos debía responder “sano” o “enfermo” a las diapositivas que se le iban enseñando. Se les comunicaba que cada vez que se encendiera una luz que había en su mesa significaría que habían respondido correctamente. La realidad era que sólo las respuestas correctas de José eran indicadas con la señal luminosa. Paco, que estaba al otro lado de la habitación y que veía las mismas diapositivas y en el mismo orden, recibía la señal luminosa aleatoriamente, es decir, que lo que respondía no tenía ningún efecto sobre su señal luminosa. Posteriormente, cuando se les pedía que explicasen su “teoría del aspecto físico de los ratones enfermos”, la de José resultaba ser sencilla, concisa y directa. Las ideas de Paco, por el contrario, eran complejas, intrincadas y sumamente elaboradas… Pero lo más curioso del caso es que José quedaba totalmente impresionado por la “brillantez” de la explicación de Paco y cuando se le pidió repetir la prueba en un segundo intento, su actuación pasó a ser considerablemente peor que en la primera, presumiblemente por la influencia de las abstrusas y ptolemaicas ideas de Paco… En realidad, no creo que hiciese falta ninguna investigación formal para darnos cuenta de que nos dejamos impresionar más fácilmente por los galimatías que no entendemos que por las simples observaciones y deducciones que entendemos. Al final, casi siempre preferimos las hipótesis peludas al afeitado con la cuchilla de Ockham.  

lunes, 24 de marzo de 2014

Dependencia alcohólica

La CIE 10 considera el síndrome de dependencia alcohólica como una situación caracterizada por una serie de manifestaciones fisiológicas y psicológicas en las que el consumo de alcohol adquiere la máxima prioridad para el sujeto. La manifestación característica de la dependencia es el deseo y la restauración del cuadro tras la repetición del consumo. El diagnóstico sólo debe hacerse si durante algún momento en los doce meses previos o de algún modo continúo han estado presentes por lo menos tres de las siguientes seis características:

1-      Deseo intenso o vivencia de compulsión para consumir la sustancia.

2-      Disminución de la capacidad para controlar el consumo de la sustancia, controlar el comienzo, poder finalizarlo o controlar la cantidad consumida.

3-      Síntomas somáticos de síndrome de abstinencia que ocurre tras la disminución o cese del consumo, que se confirman porque son los característicos del síndrome de abstinencia o porque se consume la sustancia para aliviarlos o evitarlos.

4-      Tolerancia señalada por el aumento en la dosis para alcanzar los mismos efectos.

5-      Abandono progresivo de otras fuentes de placer o diversiones a causa del consumo de la sustancia, aumento del tiempo necesario para obtener o ingerir la sustancia o para recuperarse de sus efectos.

6-      Persistencia en el consumo, a pesar de evidentes consecuencias perjudiciales.


jueves, 20 de marzo de 2014

El TOC desde las teorías conductuales

Las obsesiones se explicarían por procesos de Condicionamiento Clásico en una primera fase, y el  mantenimiento por Condicionamiento Instrumental (refuerzo negativo) en una segunda fase, ya que los rituales compulsivos serían respuestas de evitación/escape que reducirían la ansiedad que causan las obsesiones.

Habría respuestas de evitación pasiva (las personas evitarían las situaciones que desencadenan las obsesiones, por ejemplo tocar cosas contaminadas) y respuestas de evitación activa como son los rituales compulsivos.




Los problemas de este modelo surgen cuando nos encontramos con personas en las que no parece haber experiencias traumáticas asociadas con el contenido de las obsesiones...

miércoles, 19 de marzo de 2014

Reestructuración

¿Cómo se adquirió ese esquema patológico?
¿En qué situaciones se activa?
¿Cuándo empezó?
¿Para qué?

Activemos el esquema.

Ahora accedamos a otra información incompatible con ese esquema.

El último paso es inevitable (y a la vez es cosa suya): reestructuración.

lunes, 17 de marzo de 2014

Otras Tierras

“Es inútil, chico. Nunca podrás dedicarte a la música. No tienes talento. Hay gente que nace con ese don y hay otra gente que no. Es así. No hay que darle más vueltas. Búscate un trabajo y olvida ya todo ese mundillo. Y cuanto antes mejor. Ya va siendo hora de que aportes algo a tu familia...”



El chico escuchó. El chico miró al suelo. El chico asintió. El músico olvidó la música y la música se olvidó del músico. Desterrado del reino prohibido, bajó de nuevo a la tierra.



Es tan grande la fuerza del prejuicio clavado en las mentes que atribuye el desarrollo intelectual del hombre a fuentes internas, que induce a considerar ese desarrollo con la cabeza gacha... La condición para la formación de aptitudes científicas no sería la asimilación de las adquisiciones de la ciencia, sino que esta asimilación estaría condicionada por las aptitudes científicas. La condición para el desarrollo del talento artístico no sería la asimilación del arte, sino que la adquisición del arte estaría condicionada por el talento artístico. Con frecuencia se recurre a los hechos que muestran la aptitud de unos y la completa ineptitud de otros para tal o cual actividad. Ni siquiera se busca la fuente de estas aptitudes, y existe la costumbre de tomar el carácter espontáneo de su aparición como una cosa innata. Nada más lejos de la realidad. Contamos cada vez con más pruebas que nos indican que las aptitudes y en particular aquéllas cuya índole está muy oculta, como por ejemplo las aptitudes musicales, aparecen en el curso de la vida. Tal es lo que refleja la experiencia consistente en proporcionar una educación musical temprana a un gran conjunto de niños no seleccionados antes. Éxito en proporciones enormes. Y tal es la experiencia a la que se aplicaba, por ejemplo, Kravets en la escuela musical para niños de Moscú. Análogos resultados obtuvo en Japón el pedagogo y psicólogo Sudzuki, quien comenzó a mediados del sigo pasado a efectuar un trabajo experimental sistemático con un montón de niños pequeños. La orquesta que acabó formando se componía de mil pequeños violinistas...

El problema no consiste, por tanto, en las aptitudes de las personas para asimilar la conducta humana. El problema, como decía hace ya muchos años el gran psicólogo soviético Alexei Leontiev, “es más bien que cada persona obtenga la posibilidad práctica de tomar el camino de un desarrollo ilimitado... Y este objetivo necesita un sistema de enseñanza que asegure un desarrollo multilateral y armonioso, y que dé a cada cual la posibilidad de participar, de un modo creador, en todas las manifestaciones de la vida humana”.



El chico reflexionó. El chico levantó la cabeza. El chico asintió. Cogió su guitarra y puso rumbo al reino prohibido, dejando atrás las Tierras (¿de Wert?).

jueves, 13 de marzo de 2014

Las paradojas de la psicología

Dejo aquí el artículo que me publicó la semana pasada El Correo Gallego en su versión completa (la prensa siempre exige unos límites de espacio):

Mi escuela es la mejor

Existe una comprensible, aunque no excusable tendencia a sobrevalorar el éxito del tipo de terapia que uno generalmente utiliza en su consulta, pero la realidad es que la historia de la psicología y de la psiquiatría están llenas de “curaciones felices” que no han podido sobrevivir a un examen más detenido. ¿Es acaso del todo realista basar la propia aceptación de una terapia en la división, seguramente parcial, por parte del clasificador de los sujetos en las categorías de “curados”, “muy mejorados” y “sin ninguna mejoría”?

La psicología nos ha enseñado que aunque pensemos que estamos hablando de otra cosa, en realidad es muy posible que estemos hablando de nosotros mismos. Mostrando cómo hablamos de una terapia estamos mostrando también cómo somos, y no sólo como profesionales, sino también como personas. Sería muy positivo que, no sólo como psicólogos, sino también como seres humanos, intentáramos escuchar más y buscáramos con mayor ahínco la integración en lugar de la exclusión. No deja de resultar paradójico que una disciplina que, dicho con un lenguaje u otro, trata de ayudar a las personas a ver lo limitado de su concepción del mundo y lo innecesariamente estrecho de los márgenes entre los que su conducta tiene lugar, tenga tantas dificultades para tratar estas mismas limitaciones en sí misma. Es probable que esta situación tenga que ver con el modo en que se han desarrollado y se desarrollan las distintas escuelas y técnicas de psicoterapia: una figura fundacional con cierta originalidad y algo de carisma alrededor de la cual se agrupan sus seguidores, se crean criterios de pertenencia al grupo y se trata al nuevo pensamiento original como herético y al viejo como erróneo y desfasado. Podríamos pensar que una gran responsabilidad de todo esto es de esas figuras fundacionales a las que nos referíamos, sin embargo, si leemos a los grandes autores en sus obras originales percibimos una mayor apertura de mente que la que se ve en la lectura que de su propia obra propone su escuela: Skinner (conductista) cita a Freud en numerosas ocasiones con acierto y respeto, Maslow (humanista) se desmarca de antifreudianos y anticonductistas, Bateson (sistémico) combina crítica y reconocimiento al hablar del psicoanálisis...Y es que lo malo no es no poder ver más allá de un límite sino excluir lo que otros, desde otras perspectivas, han visto.




viernes, 7 de marzo de 2014

Artículo en El Correo Gallego y Conferencia en Santa Marta.

Nuevo artículo en El Correo Gallego, esta vez sobre la estrechez de miras de ciertos sectores de la psicología:
http://www.elcorreogallego.es/opinion/ecg/andres-sampayo-escuela-es-mejor/idEdicion-2014-03-07/idNoticia-856628/



Por otro lado, como había anunciado en algún post anterior, mañana sábado daré una pequeña charla-conferencia en el centro sociocultural de Santa Marta sobre los miedos y prejuicios que aún existen a la hora de acudir al psicólogo. Será a las doce y media de la mañana y la entrada es libre.


miércoles, 5 de marzo de 2014

Depresión: revisión histórica

Desde un punto de vista científico la primera referencia importante la podemos situar en Hipócrates en el siglo IV a.C. Para él los estados de abatimiento, tristeza e inhibición se debían registrar bajo la etiqueta de “melancolía”. La etimología griega de esta palabra (bilis negra) refleja la teoría hipocrática sobre los trastornos mentales de que existía un desequilibrio en los que él llamaba “los humores” del cuerpo.


A principios del siglo XIX Pinel identificó cuatro formas de patologías mentales: la manía, la melancolía, la demencia y la idiocia. Sería Baillarger en 1854 quien se referiría por primera vez a la locura de forma dual (folie a double forme) para describir los episodios de melancolía y manía.


También en el XIX, el llamado padre de la psiquiatría moderna, Emil Kraepelin, diferenciaría en su famoso Tratado de Psiquiatría de 1899, dos grupos de trastornos mentales; por una lado la demencia precoz (que nada tiene que ver con el concepto que tenemos hoy de demencia), denominada esquizofrenia posteriormente por Bleuler, y por otro, la psicosis maníaco-depresiva.

 Ya a mediados del siglo XX, el psiquiatra alemán Karl Leonhard, propone separar los trastornos afectivos en bipolares y monopolares en función de si los pacientes habían tenido ambos episodios (depresión y manía) o solamente uno. El propio DSM en nuestros días recoge esta distinción.

lunes, 3 de marzo de 2014

Síndrome maníaco

En el episodio maníaco el paciente se siente eufórico, expansivo y se cree omnipotente. Los síntomas son egosintónicos, es decir, que la persona en muchos momentos no sufre por ellos, a veces incluso todo lo contrario. No puede entender la razón que lleva a los demás a intentar frenar su estado.


Esas manifestaciones positivas del principio van cambiando según avanza el episodio, de modo que la alegría se convierte en irritabilidad, el pensamiento grandioso y acelerado pasa a ser caótico y el funcionamiento que aparentemente todo lo puede deviene en fracaso y deterioro. Aún así, cuando el episodio remite, la persona suele recordar con cierta nostalgia las características positivas del mismo...