lunes, 17 de marzo de 2014

Otras Tierras

“Es inútil, chico. Nunca podrás dedicarte a la música. No tienes talento. Hay gente que nace con ese don y hay otra gente que no. Es así. No hay que darle más vueltas. Búscate un trabajo y olvida ya todo ese mundillo. Y cuanto antes mejor. Ya va siendo hora de que aportes algo a tu familia...”



El chico escuchó. El chico miró al suelo. El chico asintió. El músico olvidó la música y la música se olvidó del músico. Desterrado del reino prohibido, bajó de nuevo a la tierra.



Es tan grande la fuerza del prejuicio clavado en las mentes que atribuye el desarrollo intelectual del hombre a fuentes internas, que induce a considerar ese desarrollo con la cabeza gacha... La condición para la formación de aptitudes científicas no sería la asimilación de las adquisiciones de la ciencia, sino que esta asimilación estaría condicionada por las aptitudes científicas. La condición para el desarrollo del talento artístico no sería la asimilación del arte, sino que la adquisición del arte estaría condicionada por el talento artístico. Con frecuencia se recurre a los hechos que muestran la aptitud de unos y la completa ineptitud de otros para tal o cual actividad. Ni siquiera se busca la fuente de estas aptitudes, y existe la costumbre de tomar el carácter espontáneo de su aparición como una cosa innata. Nada más lejos de la realidad. Contamos cada vez con más pruebas que nos indican que las aptitudes y en particular aquéllas cuya índole está muy oculta, como por ejemplo las aptitudes musicales, aparecen en el curso de la vida. Tal es lo que refleja la experiencia consistente en proporcionar una educación musical temprana a un gran conjunto de niños no seleccionados antes. Éxito en proporciones enormes. Y tal es la experiencia a la que se aplicaba, por ejemplo, Kravets en la escuela musical para niños de Moscú. Análogos resultados obtuvo en Japón el pedagogo y psicólogo Sudzuki, quien comenzó a mediados del sigo pasado a efectuar un trabajo experimental sistemático con un montón de niños pequeños. La orquesta que acabó formando se componía de mil pequeños violinistas...

El problema no consiste, por tanto, en las aptitudes de las personas para asimilar la conducta humana. El problema, como decía hace ya muchos años el gran psicólogo soviético Alexei Leontiev, “es más bien que cada persona obtenga la posibilidad práctica de tomar el camino de un desarrollo ilimitado... Y este objetivo necesita un sistema de enseñanza que asegure un desarrollo multilateral y armonioso, y que dé a cada cual la posibilidad de participar, de un modo creador, en todas las manifestaciones de la vida humana”.



El chico reflexionó. El chico levantó la cabeza. El chico asintió. Cogió su guitarra y puso rumbo al reino prohibido, dejando atrás las Tierras (¿de Wert?).

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