lunes, 29 de junio de 2015

Escritura emocional

Varios medios de comunicación se han hecho eco estos días de las cartas escritas por los padres de Asunta que en primicia publicó El Correo Gallego. No es mi intención opinar sobre el caso sino resaltar el poder terapéutico que puede tener la escritura. Mientras leía la noticia me vino a la mente la técnica de James W. Pennebaker, psicólogo norteamericano que trabaja con un procedimiento denominado escritura emocional. Básicamente consiste en generar textos breves sobre acontecimientos que han sido muy estresantes para las personas. La bibliografía especializada la considera una de las técnicas terapéuticas más validadas dentro de los nuevos enfoques. Al paciente se le pide que escriba sin detenerse durante unos minutos a lo largo de varios días sobre un acontecimiento que le haya afectado profundamente. Debe ser además una experiencia que se siga recordando y que siga teniendo influencia en su vida. En el procedimiento original, Pennebaker pedía que se centraran en los pensamientos y sentimientos más profundos relacionados con el suceso, describiéndolo y analizando los efectos que producía, en cómo afectaba a su pasado, presente y futuro, y que intentaran vincularlo a su vez con otros aspectos de su vida. Finalmente se pedía una valoración general, indicando los aprendizajes obtenidos como resultado del ejercicio y las supuestas ganancias y pérdidas relacionadas. Como se puede apreciar, el procedimiento incluye muchos elementos típicos de las terapias constructitivistas: describir lo ocurrido, centrarse en los significados que la persona otorga a la experiencia, adoptar una actitud de observador y reorganizar lo ocurrido de una forma alternativa. 


Los resultados tras su aplicación suelen conllevar una considerable reducción de síntomas de depresión y ansiedad a medio y largo plazo. Como siempre, la explicación de su eficacia es muy diferente según las diferentes orientaciones de psicoterapia. Yo prefiero quedarme con los versos de Atahualpa Yupanqui: “le tengo rabia al silencio/por lo mucho que perdí/que no se quede callado/quien quiera vivir feliz”. Creo que son una clara invitación a expresar las dificultades y preocupaciones, y a la vez, una advertencia de las consecuencias que puede tener el no hacerlo.

miércoles, 10 de junio de 2015

Hipótesis biológica de la esquizofrenia

La hipótesis dopaminérgica es la que cuenta con mayor apoyo y sugiere que una hiperactividad de neuronas dopaminérgicas mesolímbicas y mesocorticales está presente en las personas con esquizofrenia. La hipótesis surge al observar la acción de los neurolépticos bloqueando los receptores dopaminérgicos (D2) e inhibiendo así su actividad, y también comprobando el efecto de determinados agonistas dopaminérgicos como las anfetaminas, que son capaces de producir síntomas psicóticos.

Davis reformuló (o más bien completó) esta teoría proponiendo que la esquizofrenia se asociaría a una disregulación en la transmisión dopaminérgica que origina una hiperfunción en la transmisión subcortical en las proyección mesolímbicas (que origina los síntomas positivos de delirios y alucinaciones) y una hipofunción de las mesocorticales al cortex prefrontal (que produce la sintomatología negativa y de déficits cognitivos).

No pretendo dar a entender que la causa de la esquizofrenia sea esta disregulación dopaminérgica. Ambas hipótesis lo único que hacen es describir un determinado funcionamiento de este neurotransmisor. El porqué se llega a esta dinámica ya es bastante más controvertido...


jueves, 4 de junio de 2015

Cine-terapia

EL PERSONAJE ES WILLY

Puede que las películas de cine, con independencia de la vía a través de la que se vean (salas de cine, televisión, ordenadores, tablets, móviles...) sean quizás las narrativas de ficción que más efecto tienen en la actualidad sobre las personas. Al igual que podemos decir que tenemos una banda sonora en nuestra vida, también podemos decir que tenemos una historia de vida ligada a determinadas películas. Me contaba un compañero psiquiatra hace unos días una anécdota que creo que ilustra bastante bien el efecto de sustitución del poder de la escritura por el de la imagen. Me decía que en un estudio reciente se preguntó a una muestra de jóvenes quién es Phileas Fogg, y muy pocos fueron capaces de reconocer al personaje principal de la novela “La vuelta al mundo en ochenta días” de Julio Verne, pero en cambio la mayoría sí pudieron reconocer a Willy Fogg, el personaje antropomórfico de dibujos animados que protagonizó la serie de televisión basada en esa misma novela. El personaje es Willy, no Phileas. En su opinión, los psicoterapeutas no deberíamos obviar este tipo de datos y tendríamos que plantearnos utilizar más el cine como herramienta. A él, según me cuenta, le resulta muy útil. Su explicación es que cuando se utiliza una película se pone en marcha una metáfora muy poderosa que suele crear algún tipo de reestructuración o “insight” en el paciente acerca de sus problemas. Además, es probable que esa película también cree un nuevo punto de unión entre paciente y terapeuta, posiblemente por tener que trabajar juntos sobre un elemento que en principio es ajeno a lo que se supone que ocurre normalmente en una terapia. Obviamente, es necesario elegir y preparar previamente las escenas que tengan potencialidad para resonar en la “guerra interior” y en la red de significados de ese paciente. 



Las películas nos podrán servir así para sugerir esas metáforas que faciliten la expresión emocional, e incluso hacen que sean menos artificiosas las habituales tareas para casa que se prescriben entre sesiones. No creo que haga falta hacer de esto una corriente terapéutica o una especie de cine-terapia, pero sí que podemos convertirlo en un recurso valioso, tanto por la naturaleza del propio cine como por la de la terapia.