Las pataletas graves y persistentes pueden requerir una valoración más exhaustiva para determinar la causa subyacente, pero seguramente con un buen análisis funcional de la conducta también entenderemos mejor lo que está ocurriendo y podremos intervenir exitosamente sin necesidad de diagnósticos psiquiátricos ni fármacos. Los famosos antipsicóticos atípicos que pueden ser útiles para reducir algunos ataques de ira en adultos, y que pretenden ser la medicación para este diagnóstico, entrañan un enorme peligro para el futuro desarrollo de estos niños. Combatir el fuego con fuego a veces no hace más que avivar el incendio.
viernes, 23 de octubre de 2015
Trastorno de desregulación disruptiva de estado de ánimo
La psiquiatría infantil a menudo se atreve a llegar a donde nadie ha llegado en cuanto a la invención de nuevos trastornos, y los niños (y también sus padres) acaban siendo los grandes perjudicados. Resulta totalmente increíble que en un estudio reciente se llegue a afirmar que el ochenta y tres por ciento de los menores de dieciocho años cumplen los requisitos para que les sea diagnosticado un trastorno mental. La introducción de una nueva y polémica categoría en el último manual DSM tiene una parte importante de culpa: el “trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo”. Bajo este complicado nombre se agrupan básicamente todas las conductas de los niños que podríamos calificar simplemente como berrinches. Imagino que llamarlo simplemente berrinche o pataleta era menos técnico y le restaba trascendencia y hubo que crear una etiqueta que asustara con tan sólo leerla. En cualquier caso, y más allá del nombre, la idea de transformar las rabietas en un trastorno mental es terrible. Los niños responden de muchas formas ante el mundo que les rodea y frecuentemente recurren a los berrinches como una forma de expresar su rabia, su angustia o su frustración. Esto casi nunca es indicativo de la presencia de un trastorno mental sino que más bien representa una etapa del desarrollo, un cambio de carácter o una reacción ante una situación estresante (aunque los adultos que rodeamos a ese niño no la experimentemos como tal). Los berrinches “comunes” es mejor ignorarlos. Deberíamos tener mucho más presentes las enseñanzas del conductismo clásico sobre los procesos de extinción de conductas a la hora de enfrentarnos a este tipo de problemas sin temor a parecer “psicólogos anticuados” o “pasados de moda” por hacerlo.
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