viernes, 8 de mayo de 2015

Alienación y ansiedad

NI ES LO QUE TENGO NI ES LO QUE SOY

Esta noche tuve un sueño un poco raro... Por momentos casi se hubiera podido decir que era un pesadilla. Los objetos y las personas dejaban de ser objetos y personas y hablaban e interactuaban entre ellos como en una obra de teatro. Cada objeto tenía su papel y a su vez era cada vez menos el objeto que en realidad era. Recuerdo que en una esquina del onírico escenario había un reloj que ya no servía para marcar el tiempo (incluso iba retrasado) pero que ejercía de ostentosa joya y presumía de ello ante los demás. Sobre el suelo descansaban, dichosas, unas zapatillas deportivas con las que no se podía hacer deporte porque se rompían pero que representaban algo etéreamente superior y así se lo decían a los hombres y mujeres que las miraban. Y a su lado sonreía una chaqueta incómoda que no abrigaba nada pero con una etiqueta mágica que elevaba a quien la usaba a un estatus privilegiado... Las personas que por allí pululaban, siguiéndole el juego a los objetos, los trataban cada vez menos en su significación real y más en su extravagante y nueva representatividad. Poco a poco, y misteriosamente, las personas empezaron a olvidarse también de sus nombres y de su condición de personas hasta que de pronto ya sólo eran “médico”, “jueza”, “profesor”, “enferma”, “cocinero” y “mujer de”. Todos se comportaban hábilmente, dedicando a cada cual la palabra adecuada a su papel. Incluso la comunicación con las increíbles nuevas cualidades de los objetos era fácil y fluida. 



Recuerdo que fue entonces cuando aparecieron en el sueño dos niñas gemelas, de unos cuatro o cinco años, que estaban sentadas en las butacas del teatro. Observaban con una mezcla de sencillez e ingenuidad lo que estaba pasando y no entendían nada. Los actores sintieron su mirada y una extraña inquietud los invadió. Por unos minutos todo continuó igual. El caos vino después. Las niñas se dirigieron al escenario y empezaron a preguntar eso que no se puede preguntar: “ ¿por qué usas un reloj que funciona mal?, ¿por qué calzas unas zapatillas que se rompen?, ¿por qué te pones una chaqueta que no te abriga? ¿por qué no os llamáis por vuestro nombre? ¿por qué habláis siempre de lo mismo?” Los objetos, sorprendentemente, pasaron a ser de nuevo objetos. Las personas, turbadas y fuera de sí, no lograban encadenar las respuestas salvo para defenderse con fórmulas elusivas. Creo que fue ahí cuando desperté. La ansiedad ya era insoportable.

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