jueves, 17 de septiembre de 2015

El caso de Anna O.

Dicen los libros de historia que a principios del siglo veinte los cuatro neurólogos más célebres eran Jean Martín Charcot, Pierre-Marie-Félix Janet, Josef Breuer y Sigmund Freud, y que su “enfermedad favorita”, por decirlo de algún modo, era la histeria. Cuando hablaban de pacientes con histeria se referían a aquellos que presentaban síntomas desconcertantes porque no se ajustaban al funcionamiento normal del sistema nervioso ni a los trastornos neurológicos aceptados por entonces. Esta sintomatología solía incluir parálisis, pérdida sensorial, alteraciones del habla, náuseas, convulsiones, mareos y hasta pérdidas del conocimiento. Son muchos los que piensan que el psicoanálisis tuvo a su paciente cero con una de estas personas, la conocida por su seudónimo Anna O. Josef Breuer, uno de los profesores de Freud junto con Charcot, fue quien la trató en su clínica de Viena. Según nos cuentan, Anna era una mujer creativa, inteligente, sugestionable y solitaria, con una colección de síntomas bastante indeterminados. De manera improvisada, Breuer se inventó la “terapia hablada” como alternativa a la hipnosis, que era lo que se practicaba entonces. En lugar de caer en una especie de trance hipnótico, Anna era apremiada en la consulta a asociar pensamientos aparentemente aleatorios. A continuación, paciente y médico establecían conexiones relacionando las fantasías y los impulsos inconscientes de su vida pasada. 


Los síntomas de Anna mejoraron. El porqué de esta mejoría sigue dando lugar a encarnizadas discusiones hoy en día entre los partidarios de las distintas corrientes psicoterapéuticas. Allen Frances, psiquiatra que formó parte del grupo directivo del Manual Diagnóstico de las Enfermedades Mentales en su cuarta edición, explicaba hace poco en uno de sus artículos que si bien era cierto que al principio Anna parecía mejorar, volvía a enfermar de nuevo en cuanto su recuperación amenazaba con poner fin a su adorada relación con Breuer. Según él, había una explicación obvia. Anna mejoraba para complacer a Breuer y empeoraba para evitar perderlo. Es probable que, al igual que sucedía con la hipnosis de Charcot, en ocasiones los síntomas aparezcan y desaparezcan en gran parte gracias a la sugestión que se produce en toda relación intensa. Y lo demás sea lo de menos...

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