Los expertos “terapeutas-entrenadores en comunicación y habilidades sociales”, que suponen con candor y firmeza que existe algo así como una comunicación “correcta” con una gramática que puede aprenderse, tienen una respuesta preparada a problemas de este tipo: “la tarta no me gusta, pero te agradezco de corazón el empeño que has puesto en hacerla”. Sólo en los manuales de estos especialistas sucede que después se besan y abrazan emocionados. En la vida real más bien acabamos siguiendo el ejemplo de ese marido recién casado que al volver un día a casa después del trabajo encuentra que su mujer ha puesto sobre la mesa una caja grande de cereales Special K, suponiendo con la mejor intención (en el plano de relación), pero erróneamente (en el plano objetivo), que a él le encantará esa cena. Para no disgustarla él se propone comerlos y al terminar la caja pedir a su esposa que no compre más. Pero, como esposa eficiente, antes de que la primera caja esté vacía, ya tiene la segunda a punto. Años después, él ya ha perdido la esperanza de poder decirle con la gramática adecuada que odia los cereales.
lunes, 14 de abril de 2014
El infierno son los otros
Comenzando con estas palabras de Sartre, me
gustaría hoy fijarme en el infierno en el que se pueden convertir las relaciones entre
las personas. El antropólogo e investigador Gregory Bateson, figura clave en
este tema, comprobó que en toda comunicación existe siempre un plano objetivo y
otro de relación. De este modo, Bateson nos ayuda a entender mejor, por
ejemplo, muchos de los problemas que existen en las parejas. Imaginemos que un
hombre se pasa toda la noche del viernes preparando una tarta especial para
celebrar los dos años que lleva saliendo con su chica. Cuando llega la comida
del sábado, y en especial el postre, el hombre le dice a su pareja: “Esta tarta
está hecha según una receta que me enseñó mi madre hace mucho tiempo, ¿te gusta?”
Si le gusta, puede responder simplemente “sí” y él se alegrará. Pero si no le
gusta y además no le importa causar un desengaño a su chico, puede responder
únicamente “no”. La peor situación, y estadísticamente más frecuente según
Bateson, es cuando ella encuentra la tarta horrible, pero no quiere
desilusionar a su pareja. En el denominado plano objetivo (es decir, el que se
refiere al objeto “tarta”), la respuesta tendría que ser “no”. En el plano de
relación tendría que responder “sí”, pues no quiere ofenderlo. Su respuesta no
puede ser “sí” y “no” a la vez. Así que intentará alguna otra forma para salir
del apuro, diciendo, por ejemplo: “tiene un gusto interesante”, con la
esperanza de que su chico entienda correctamente lo que quiere decir.
Los expertos “terapeutas-entrenadores en comunicación y habilidades sociales”, que suponen con candor y firmeza que existe algo así como una comunicación “correcta” con una gramática que puede aprenderse, tienen una respuesta preparada a problemas de este tipo: “la tarta no me gusta, pero te agradezco de corazón el empeño que has puesto en hacerla”. Sólo en los manuales de estos especialistas sucede que después se besan y abrazan emocionados. En la vida real más bien acabamos siguiendo el ejemplo de ese marido recién casado que al volver un día a casa después del trabajo encuentra que su mujer ha puesto sobre la mesa una caja grande de cereales Special K, suponiendo con la mejor intención (en el plano de relación), pero erróneamente (en el plano objetivo), que a él le encantará esa cena. Para no disgustarla él se propone comerlos y al terminar la caja pedir a su esposa que no compre más. Pero, como esposa eficiente, antes de que la primera caja esté vacía, ya tiene la segunda a punto. Años después, él ya ha perdido la esperanza de poder decirle con la gramática adecuada que odia los cereales.
Los expertos “terapeutas-entrenadores en comunicación y habilidades sociales”, que suponen con candor y firmeza que existe algo así como una comunicación “correcta” con una gramática que puede aprenderse, tienen una respuesta preparada a problemas de este tipo: “la tarta no me gusta, pero te agradezco de corazón el empeño que has puesto en hacerla”. Sólo en los manuales de estos especialistas sucede que después se besan y abrazan emocionados. En la vida real más bien acabamos siguiendo el ejemplo de ese marido recién casado que al volver un día a casa después del trabajo encuentra que su mujer ha puesto sobre la mesa una caja grande de cereales Special K, suponiendo con la mejor intención (en el plano de relación), pero erróneamente (en el plano objetivo), que a él le encantará esa cena. Para no disgustarla él se propone comerlos y al terminar la caja pedir a su esposa que no compre más. Pero, como esposa eficiente, antes de que la primera caja esté vacía, ya tiene la segunda a punto. Años después, él ya ha perdido la esperanza de poder decirle con la gramática adecuada que odia los cereales.
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