"Sigo pensando que los criterios de curación en psiquiatría son bastante confusos y distan mucho de ser objetivos. Contrariamente a lo que ocurre en las enfermedades somáticas, en las psíquicas la opinión del paciente apenas cuenta. Y sorprendentemente, la del psiquiatra tampoco. La curación del enfermo psíquico no es una consecuencia de un acto médico, sino que es una cuestión social, en tanto que debe ser “decidida” por el consenso colectivo del medio. Curar significa apaciguar la conducta discordante, conseguir que esa persona pase a ser socialmente normal, sin tener en cuenta sus padecimientos y contradicciones internas. Esta curación supone, a menudo, una mayor interiorización de sus conflictos, así como el cierre de unas vías de expresión de sus sentimientos. Es evidente que la psiquiatría y la psicología han conseguido desde hace tiempo controlar a la locura, reducirla a la normalidad, domesticarla y quitarle peligrosidad, y sin lugar a dudas, son logros importantes, aunque a cambio se les reste a los pacientes espontaneidad, expresividad y comunicabilidad. Pero estos atributos parecen no tener relevancia… Un loco curado es aquél que puede lograr el éxito profesional medianamente aceptable, el que trabaja con asiduidad, gana un salario suficiente y por tanto puede participar alegremente en la sociedad de consumo. Da igual que su incomunicación sea patente y que en su interior albergue una bomba de relojería. En cambio, si no es un buen consumidor y no puede demostrar su capacidad productiva, tendrá dificultades en su comunidad, la que al menor “descuido” procurará imponerle un tratamiento psiquiátrico. Hemos pasado a un criterio de rentabilidad económica para la evaluación del comportamiento humano..."
Foto: @Anton_Gomez
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