Para que un niño esté motivado por los estudios y por la escuela es muy importante que los adultos que lo cuidan le transmitan el respeto hacia la educación y el deseo de saber. Las actitudes de los niños hacia este tema suelen estar muchas veces influidas por el ejemplo de los padres.
Los padres deben mostrarle alegría cuando su hijo aprende algo nuevo. No es bueno descalificar la importancia del estudio ni siquiera haciendo una broma sobre ello. Por desgracia, es frecuente que algunos adultos digan, delante de los niños, frases del tipo: "lo que aprendí en la escuela no me ha servido de nada en mi trabajo ni en mi vida". Estas afirmaciones le dicen a ese niño que la educación tiene muy poco valor práctico, y lo desmotivan profundamente para una tarea, que, a priori, ya no es excesivamente llamativa.
Por otra parte, los padres deben interesarse a menudo por la escuela preguntando al hijo acerca de ella, cuáles son sus actividades y cómo se desarrollan sus clases, dedicando el tiempo necesario para estar al corriente de lo que ocurre. El hecho de hablarlo es ya una forma de comunicar interés, de implicarse en el proceso educativo. Los hijos que ven que sus padres se implican en su vida (con respeto, discreción y tacto), mantienen una relación más fluida con ellos y se muestran menos resistentes al diálogo.
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