jueves, 28 de noviembre de 2013

Suicicio en personas mayores

La peor consecuencia de la depresión: el suicidio. Aunque sólo una pequeña minoría de pacientes deprimidos intenta suicidarse, la mayor parte de individuos con una historia grave de suicidio, están deprimidos. Esto es especialmente cierto en el caso de los ancianos. El riesgo de suicidio en ancianos suele darse en tres contextos: como fenómeno propio de una enfermedad psiquiátrica, como complicación en ciertas enfermedades físicas, y como consecuencia de implicaciones personales que provoca la imagen negativa de la vejez.

Casi el 100% de los ancianos que intentan suicidarse presentan síntomas de depresión. Dado que la depresión es un problema relativamente frecuente en la tercera edad, la tasa de suicidios es más elevada en la vejez que en cualquier otra época de la vida. El 17% de todos los suicidios corresponde al 11% de la población con una edad superior a los 65. La tasa de suicidio para este grupo, según pasan los años, también aumenta mucho más que en cualquier otro grupo, con un momento culminante en torno a los 85 años.

A diferencia de los adolescentes y los adultos jóvenes, que tienen más probabilidades de hacer "gestos suicidas" con intenciones manipulativas, los ancianos a menudo planifican su suicidio en serio. En los jóvenes la proporción es de 200 para-suicidios por un suicidio consumado, mientras que en los mayores la proporción es de 4 para-suicidios por un suicidio consumado.

Los datos son elocuentes. Hablan por sí solos. En todos los colectivos con cierto grado de vulnerabilidad debemos prestar una atención especial a un tema tan escabroso como el suicidio, pero en la tercera edad, mucho más. Si es tratada a tiempo, la depresión en la persona mayor es perfectamente curable. Ya conocen nuestro lema: "hay una grieta en todo, así es como entra la luz".



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