jueves, 22 de mayo de 2014

Toma de conciencia

Esa actitud prepotente y altiva no me gusta nada... Me parece que tu nuevo puesto en la empresa te está confundiendo y no eres consciente del juego de roles al que estás jugando... Es bastante conocido, sobre todo a raíz de la película, el experimento que el psicólogo Philip Zimbardo realizó, hace años, con sus estudiantes de Stanford. ¿La has visto? Mejor. Recordarás entonces como los alumnos, progresivamente, se iban comportando como reos y guardias auténticos y a los que se les asignaba este último rol se acababan volviendo tan terriblemente autoritarios que incluso, en el experimento real, se tuvo que suspender la experiencia. Puede que a ti no te diga nada pero a muchos otros nos ha enseñado a reflexionar un poco sobre nuestro comportamiento. Creo que no es difícil ver que todo depende de la situación, de las circunstancias que nos ubican en un rol o en otro, en un grupo o en otro, para que se expliciten actitudes aparentemente contrarias: sumisas o sádicas, antisociales o humanitarias, democráticas o autoritarias, etc. Policías y ladrones, médicos y enfermos, psiquiatras y locos, dirigentes y dirigidos, guardias y presos... Son siempre dos caras de la misma moneda y ambos roles podrían ser asumidos por las mismas personas si la situación lo permitiese. Lo crucial es la toma de conciencia de los mecanismos que nos someten a la esclavitud de nuestra propia psicología. La realidad cotidiana nos enfrenta a diario a situaciones crudas y amargas en las que los roles son asumidos de un modo muy parecido al que describe Zimbardo. Dices que llevas poco tiempo en tu nuevo cargo pero en el mismo experimento se pone de manifiesto como los roles se aprenden y asumen de forma veloz. Además, la presión de determinadas situaciones y las creencias y expectativas de los demás sobre tu nuevo rol te llevarán a comportamientos extremos si no eres consciente del juego...

                                             

En la pieza de teatro “El balcón”, Jean Genet dibuja un cuadro magistral de lo que te estoy diciendo. Llegando al final de la obra, el protagonista dice textualmente: “Mi condición de juez es una emanación de tu condición de ladrona. Bastaría que te negases... pero no te lo aconsejo, negarte a ser lo que eres, lo que tú eres, y, por lo mismo, quién tú eres, y yo dejaría de existir... desaparecería, me evaporaría. Reventaría. Aniquilado. Negado... ¿Y luego?, ¿y luego? Pero tú no te negarás, ¿verdad? Tú no te negarás a ser una ladrona. ¡Esto sería terrible! ¡Criminal! ¡Tú me quitarías mi ser! Dime, mi pequeña, mi amor, ¡tú no te negarás!”

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