lunes, 12 de mayo de 2014

Nuevo artículo para El Correo gallego

HAZ LO QUE HARÍA YO

“Es una terca y punto, no hay otra explicación. Mira que le he contado cantidad de veces mi experiencia y nada, ni caso. Hace siempre lo que le da la gana. Eso me frustra un montón, la verdad... Con cualquiera, pero sobre todo en el caso de Laura. La quiero y la admiro muchísimo, y sé que como siga sin hacerme caso va a terminar con un gran problema. Supongo que ella no se da cuenta de nada porque sino es que no lo entiendo...”

Tendemos a atribuir a los demás nuestras percepciones y convicciones... Y esperamos de ellos nuestras mismas acciones y reacciones... Luego la realidad se encarga de devolvernos a nuestros infiernos particulares... Es habitual que nos hagamos una idea férrea de lo que es “bueno” o “malo” en la vida porque ha demostrado ser beneficioso o perjudicial para nosotros (y para algún otro, en ocasiones), y nos suele costar mucho imaginar otros modelos alternativos de pensar y gestionar el día a día. Frente al comportamiento diferente de los demás, y sobre todo cuando es de alguien en quien hemos depositado mucha confianza, entramos en una considerable crisis. La situación se vuelve trágica cuando hablamos de decisiones importantes o al vernos ante situaciones de gran implicación afectiva. En estos casos, además de la desilusión, no nos suele quedar más remedio que afrontar también los efectos indeseados de las acciones basadas en expectativas equivocadas. Por desgracia, esta manera de comportarnos se extiende a casi todas las esferas de nuestra existencia y suele ser fuente de estados depresivos o de reacciones de rabia y agresividad. Para salir de este bucle es necesario que nos empecemos a plantear una actitud mental más abierta y menos dogmática que intente observar la realidad a través de la mirada de los demás, y no sólo de quien se encuentra más cerca de nosotros. Pero sobre todo, y aunque como digo habitualmente, siempre es más fácil decirlo que hacerlo, tendremos que evitar aferrarnos a la propia perspectiva como si fuese la única y la mejor. La tarea, en efecto, no es fácil. Nuestra mente necesita muy poco para redirigirse de nuevo a esquematizaciones rígidas.

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