Es improbable que los terapeutas podamos ayudar a los pacientes a no ser que la contrición (despojándolo del sentido religioso) forme también parte de nuestra existencia. Si no hemos examinado y aceptado nuestras propias locuras careceremos de la confianza que nos permita acompañar al paciente a través de su problema. He comprobado muchas veces en la terapia que un paciente llega, confiesa las cosas más terribles, y automáticamente se siente aliviado al descubrir que el terapeuta no se revela en modo alguno horrorizado. Cuando una persona comparte y asume "eso que no se puede contar" y siente que es escuchada, advierte que retorna a la integridad.
Nada se logrará realmente en un paciente sin un cambio en su interior. Una persona puede practicar toda la meditación que quiera, hacer donaciones caritativas, ir a misa todos los días, prometer mil acciones buenas… pero si no existe contrición, no habrá un cambio real. El cambio sobreviene solamente a través de una búsqueda en nuestra vida, de estar dispuestos a modificarnos y de renunciar al hábito de la autodefensa.
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