lunes, 29 de diciembre de 2014

Nuevo artículo en El Correo Gallego

El Correo Gallego nos publicaba el domingo este artículo:


ESO QUE SOY

¿Quién soy yo? o ¿qué soy yo? son dos preguntas que todo el mundo se ha hecho alguna vez. Es difícil responderlas, y quizás no tengan una única y válida respuesta, pero no por ello dejan de ser cuestiones muy relevantes que debemos plantearnos. ¿Hay un auténtico sujeto agente allí, donde quiera que sea, en el interior de nuestro cerebro, en el lugar en el que se supone que emerge la conciencia a partir de una serie de procesos fisiológicos y psicológicos? Algunas escuelas terapéuticas asumen que hay una continuidad y coherencia a través de los cambios que definen a la identidad, mientras que otras afirman que simplemente hay diversidad y, en todo caso, negociación entre diferentes posiciones. Todas ellas, sin embargo, admiten que cada persona puede adoptar distintas formas de entenderse a sí misma. Mi experiencia me dice que el cambio y el avance en la terapia serán mucho más complicados si la persona que tenemos delante considera que hay una esencia, una especie de identidad claramente inmutable. Desmontar esta idea será entonces crucial para poder ayudar al paciente.

Una metáfora que se puede usar para ello es la del cambio de vestido. Nuestra identidad no sería más que el vestido con el que nos presentamos a nuestra audiencia, uno de cuyos miembros más relevantes somos nosotros mismos, no debemos olvidarlo. Tenemos un fondo de armario constituido por el conjunto de vestidos que nos podemos poner. Pero estamos habituados a llevar siempre la misma clase de prendas que ni tan siquiera consideramos la posibilidad de ponernos otra cosa, a pesar de que en nuestro armario haya trajes de muchos tipos. En el fondo, seguimos con los gastados vaqueros que llevamos únicamente porque son muy resistentes, aunque no los consideremos en absoluto cómodos o elegantes, o con la insoportable falda estrecha que nos ponemos porque sirve como una especie de uniforme de trabajo, aunque la verdad es que es bastante incómoda... Cada día cogemos la misma prenda y nos la ponemos, pero el fondo de armario sigue ahí, esperando que un día nos atrevamos a poner otro vestido u otro traje y comprobemos que nos sienta bien. Tendremos que hacer así que la persona deje de definirse e identificarse con sus problemas y con su traje (por ejemplo: “soy una persona miedosa” o “soy alguien bastante depresivo”) para pasar a verse como alguien que gestiona sus problemas (miedo, depresión...) y decide los trajes que quiere ponerse.

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