lunes, 21 de julio de 2014

Paranoico

Ayer El Correo Gallego nos publicaba un nuevo artículo. Pongo a continuación el original (hay algunas pequeñas variaciones respecto a la publicación en prensa).

LOS ENEMIGOS DE DROGO


Giovanni Drogo es el protagonista de la obra “El Desierto de los Tártaros” de Dino Buzzati. En la novela, este soldado, aislado en una fortaleza en los confines del desierto, se prepara para el posible ataque de unos enemigos (los tártaros) que nunca llegan ni llegarán, permaneciendo así atrapado de por vida en su vigilancia. El ejemplo literario nos conduce a un tipo de trastorno que en algunos manuales se conoce con el nombre de “paranoico”.


A grandes rasgos, e intentando simplificarlo todo un poco, podríamos decir que el fóbico teme lo que pueda ocurrir, que el obsesivo trata por todos los medios de controlarlo, que el compulsivo lo gestiona proféticamente con rituales, y que el paranoico está seguro de que ocurrirá algo malo que lo perseguirá inexorablemente. Por esta razón se defiende de manera preventiva del presagio funesto, pero habitualmente sin éxito alguno y anticipando el fracaso.


Es precisamente ese aspecto defensivo contra un enemigo imaginario lo que caracteriza la actitud y el comportamiento del paranoico, el cual, como es esperable, se crea enemigos por doquier. Lógicamente, las continuas manifestaciones de desconfianza o defensa agresiva acaban suscitando en los demás ese mismo tipo de respuestas (lo que se conoce como reacciones especulares).


Desde la psicoterapia breve estratégica se ha prescrito en los últimos años un tipo de intervención paradójica con estas personas que está dando muy buenos resultados. Se trataría de pedirles que salgan a diario durante un tiempo determinado, una hora por ejemplo, a buscar únicamente en los demás, señales de rechazo para después anotarlas en un cuaderno. Es realmente sorprendente la manera en que se rompe y se desbloquea la rigidez perceptiva y comportamental de estos pacientes al hacerlo, cuando aparentemente, la indicación que les damos debería, más bien, secundar sus creencias de rechazo. La persona acaba modificando, sin embargo, su interacciones con los demás, tanto a nivel de comportamiento verbal como no verbal, y ese cambio, repetido en el tiempo, le produce una nueva modalidad de percepción y de reacción de cara a sus relaciones sociales.

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