martes, 8 de julio de 2014

Hoy es mañana...

...la tendencia a posponer situaciones molestas es muy similar a la evitación y a la renuncia. Si lo analizamos con atención, el guión funciona de forma sutil: parece que ni renuncio ni evito, pero me digo a mí mismo: “lo haré más adelante”. Esto no implica ceder ante nuestra debilidad, sino creer que somos capaces de hacer lo que estamos aplazando como si fuera una elección voluntaria basada en nuestros deseos. Antes o después el truco se desvela y, de pronto, cuando ya no nos queda otra que enfrentarnos a ciertas situaciones, nos damos cuenta de forma dramática de lo insano que es el autoengaño en el que hemos caído.







Un koan japonés afirma que “la disposición a postergar anula la voluntad y hace medroso al hombre”. En efecto, el aplazamiento, como un virus, puede llegar a debilitar nuestra iniciativa y hacernos cada vez menos capaces de actuar. Es indiferente si aplazamos por la molestia de hacer algo que no nos gusta o por el miedo a una determinada situación: en ambos casos, nuestra capacidad de decisión y de afrontamiento se verán dañadas. Empezar a tenerle miedo al aplazamiento imaginando un escenario futuro espeluznante como consecuencia de nuestra pasividad aparta del inmovilismo incluso a los sujetos más indolentes. Después también será necesaria una buena dosis de práctica disciplinada para no dejarnos llevar por la inercia de las costumbres pasadas... Finalmente habremos adquirido un nuevo hábito que se quedará con nosotros al verse reforzado por las grandes ventajas obtenidas.

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