Decía Lichtenberg que la mejor prueba de una teoría es su
aplicación. Lo mismo puede aplicarse a las valoraciones que hacemos de los
demás. Primero hagamos lo posible para demostrarlas, y hasta entonces,
tendremos que suspender nuestro juicio más allá de nuestros prejuicios, de
nuestro odio, de nuestro amor y de nuestros deseos. No debemos olvidar que
éstos son la fuente de los autoengaños más dolorosos.
Como decía Oscar Wilde: “Para poner a prueba la realidad,
hemos de verla en la cuerda floja”.
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