Pinel y Esquirol fueron los que introdujeron el concepto de impulso instintivo y el de monomanía instintiva para definir conductas como el alcoholismo o la piromanía.
La característica esencial de los trastornos del control de impulsos es un déficit para resistir un impulso, una motivación o una tentación para llevar a cabo un acto perjudicial. Se trata de actos que se realizan sin reflexionar, como consecuencia de un impulso incontrolable, donde se evidencia falta de autocontrol o no surgen las inhibiciones voluntarias, lo que hace que no se tengan en cuenta las consecuencias de los hechos.
Generalmente el paciente percibe tensión antes de cometer el acto y consiguiente placer o sentimiento de liberación al llevarlo a cabo. No necesariamente la persona tiene que experimentar arrepentimiento o culpa. La acción se caracteriza por la ausencia de finalidad y dirección.
El acto impulsivo es egosintónico, es decir, el individuo no percibe malestar mientras lo lleva a cabo, mientras que la tensión previa al acto sí es egodistónica.
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