Dice C. Naranjo que el terapeuta "tal como es para sí mismo, debe ser para su paciente". Creo que es una buena forma de describir eso que se nos exige a los psicólogos de ser "transparentes". Porque la transparencia no consiste, como suele parecer en un principio, en mostrarlo todo o decirlo todo, a todo el mundo y en cualquier momento. Tampoco debemos caer en el otro extremo pensando y asumiendo que el paciente es "ingenuo" y hay que "cuidarlo escatimando veracidad", Los extremos no son más que una expresión de egocentrismo que no tienen en cuenta para nada a la persona que está delante. ¿Protegemos al paciente o nos protegemos a nosotros mismos?
Soy partidario de una postura algo más sutil, que pasa por la propia y constante apertura a uno mismo y al otro.
Para algunos sigue siendo un tabú el reconocerse persona ante los pacientes. Yo creo, como dice Perls, que "ese es el comienzo de una sólida recuperación". A ningún padre le es fácil reconocer su ignorancia ante sus hijos y, por ello, lo único que hace es mantener una imagen que posiblemente será la causante de la inseguridad de ellos. La verdad, sin maldad, no daña, al contrario, uno se hace más fuerte al aceptar la finitud y la imperfección:
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