"... es frecuente escuchar a la gente equiparar la inocencia del niño a la del anciano, y se comente un grave error al hacerlo. Son dos inocencias con cualidades muy diferentes. La inocencia de un niño es pobre, incluso es sinónimo de ignorancia. La inocencia de la vejez es rica. Es rica por las experiencias, rica por todas las equivocaciones y por todos los aciertos, rica porque ha conocido la oscuridad y la luz, el amor y el odio, la alegría y el dolor... Es rica multidimensionalmente. Su inocencia no puede ser sinónimo de ignorancia, más bien todo lo contrario. Un anciano que haya alcanzado la madurez adecuada sentirá que la mayoría de juegos y actividades que se hacen en un geriátrico son algo infantil y estúpido para su momento vital. El anciano está en la misma situación que cuando se acaba la tormenta y queda el silencio. Ese silencio puede ser de una enorme belleza, profundidad y riqueza...."
El párrafo pertenece al artículo que publiqué en El Correo Gallego hace ya bastante tiempo. Se titulaba así: "Distintas inocencias". Formará parte del libro recopilatorio en el que estamos trabajando.
Que gran verdad. Pero uno es sabio gracias a los años vividos y el otro se hará sabio si llega a cierta edad.
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