Cuando un paciente viene a consulta suele empezar por contar “su historia”. La firmeza, convicción y proliferación de detalles me hacen caer fácilmente en la tentación de pensar que “eso es exactamente lo que ocurrió, ni más menos...”. Luego uno empieza a darle vueltas al tema, y entiende, una vez más, que cualquier relato puede ser contado de múltiples maneras. No hay formas infinitas ya que las posibles alternativas están limitadas, pero sí muchas. Lo fundamental es entender que ninguna historia abarca toda la experiencia del sujeto, y por tanto, que ninguna contempla toda la información posible. Siempre quedan resquicios, información no usada que puede utilizarse para organizar el relato de otra manera. Un simple cambio de perspectiva en la orientación abre puertas completamente nuevas a lo que hasta entonces podía ser una historia de fracaso y decepción o todo lo contrario. Me encontraba el otro día dándole vueltas a estos temas cuando empecé a escuchar a mi lado a un padre contarle a su hijo la famosa historia infantil del ratoncito Pérez. Al niño se le acababa de caer su primer diente de leche y escuchaba a su padre totalmente embelesado. Es una historia que se cuenta también en otros países con personajes distintos pero siempre aparentemente entrañables. De hecho, otro padre me comentó días después que él le había tenido que explicar a sus hijos cuando éstos se habían enterado por unos compañeros del colegio que había otros “seres” en otros países que hacían lo mismo que su ratoncito Pérez, que “el ratón, l´angelet, la ardilla y el hada hacen cosas parecidas porque trabajan todos en la misma empresa multinacional”. Me hizo gracia su comentario y a raíz de esa etiqueta maldita (empresa multinacional) empecé a plantearme que también se podría construir un relato bastante más desasosegante con los currantes de esa empresa...
¿Qué pasa si nos centramos únicamente en la conducta de estos seres? Se llevan el diente, una pieza de marfil al fin y al cabo y por tanto un material valioso, que intercambian por un pequeño detalle como una golosina o una moneda de muy bajo valor y ese marfil desaparece para siempre. Además, se llevan los dientes de todos los niños y niñas del mundo, los acaparan y no se sabe qué hacen con ellos. Los niños del mundo deberían unirse y reclamar urgentemente una ley de transparencia sobre las actividades de estos tipos. Desde luego, parece una historia de traficantes, con todas las connotaciones negativas que ello tiene... ¿Cómo es posible que hayamos estado tanto tiempo equivocados?
No hay comentarios:
Publicar un comentario