lunes, 27 de octubre de 2014

Hablar por hablar

Una vez más, lo que voy a contar puede parecer que dispara directamente contra mi profesión...
Creo que una de las cosas más sobrevaloradas por el sentido común es el poder taumatúrgico absoluto de las palabras. Muchos especialistas sostienen que abrirse y hablar de nuestras dificultades y problemas "viene bien". Algunos, defensores de la "sinceridad a toda costa", incluso le atribuyen un valor ético. 



La idea de que hablar a toda costa está contraindicado ya era conocida por los los expertos en el arte de la retórica del pasado. "El arte de callar" es un valioso manual del siglo XVIII que sugiere con diversos ejemplos que el silencio es, en muchas ocasiones, más eficaz que la palabra.




Mi experiencia como terapeuta me dice que hay condiciones en la que hablar y socializar nuestras emociones se acaba convirtiendo en algo patógeno, como en el caso de los miedos y de las obsesiones: hablar de ellos y hacer que alguien nos escuche suele acabar confirmando la validez de nuestras percepciones y convicciones patógenas, y lo que es peor, alimentándolas...

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