LA GRAN EPIDEMIA
No sé preocupe,
hoy estará tranquilito. Le hemos dado la pastillita antes de venir… Me veo
entonces en la obligación de preguntarles si saben que esa "pastillita” es
bastante similar bioquímicamente a la que luego les proporcionarán a los jóvenes
y no tan jóvenes en las discotecas y after-hours. No responden y, como era de
esperar, me miran ofendidos. Previamente un ejército de individuos de bata
blanca les ha revelado la Verdad de los problemas del niño. Una verdad que
justifique en la práctica clínica el gran negocio para las grandes
corporaciones farmacéuticas, con las posibilidades de multiplicarlo en el
futuro mediante la necesidad de usar durante toda la vida la
"psicofarmacología de la vida cotidiana". Por supuesto la industria
de las aplicaciones informáticas colaborará rauda y veloz creando una que nos
diga qué tomar y qué cantidad, sustituyendo así al pobre médico humano que se
equivoca y se fatiga con horarios insoportables. Pero si dejamos a un lado el
éxito económico, los resultados sanitarios se muestran más que dudosos, por no
hablar de la parálisis de estudios
independientes (recordemos que, como todas las clasificaciones "de
consenso", la CIE y la DSM quedan determinadas por los expertos y grupos
que participan en el "consenso"; ¿podría ser que los
"consensuadores" sean escogidos por mostrarse favorables a la
"psicofarmacologización de la vida cotidiana"?)

¿Quién se atreve hoy
a decirle a las familias que si su hijo moja la cama, se muestra hiperactivo,
va mal en el colegio, usa drogas o ha hecho un cuadro psicótico, puede que algo
también tengan que ver en ello y algo tendrían que cambiar? ¿Quién se atreve a
cuestionar hoy en día la propia responsabilidad como sujetos? Cerrar las
preguntas cuanto antes con una explicación biologicista o genética parece
aliviarnos. Que determinado cuadro sintomático aparezca en determinadas familias no tiene que
implicar siempre base genética, sino carga familiar. Y las familias, los seres
humanos, tenemos unas dinámicas, unos patrones relacionales que inevitablemente
condicionan nuestra psique. Si la familia, pero también el sistema social que
rodea a la familia ayudan a mentalizar y a contener (que también implica poner
límites porque sin ellos no hay contención), y no a hacer algo cuanto antes, si
se asume y se entiende la radical interdependencia con los demás, la falsedad
neoliberal disfrazada de progresismo del autodeterminismo, y si dejamos de usar
los dispositivos electrónicos como si fuesen los nuevos chupetes en niños (y
adultos), quizás esta nueva gran epidemia empiece a disminuir un poco.