Lo que me interesa reflejar es que, por existir todas estas eventualidades, por decirlo de algún modo, la sociedad busca organizar la propia anormalidad cuando sea el caso. Es como si dijera: “no hagas eso, pero si lo haces, hazlo de esta manera”. Cuando uno piensa en las distintas clasificaciones de los trastornos mentales (CIE, DSM...) y en su evolución a la largo de estos años, no deja de tener una sensación de que ésta sería la frase que mejor resumiría su propósito.
En el fondo vemos que no son más que una serie de normas de cómo se nos permite practicar nuestra anormalidad en los distintos momentos históricos. Las formas de estar mal, o como se suele decir, de enloquecer, lejos de ser naturales o simples brotes directos de nuestro sistema nervioso, están socialmente conformadas. Parecen naturales y espontáneas, pero en absoluto están carentes de normatividad. La anormalidad se convierte en una normalidad alternativa, pero no por ello sin norma ni método.
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