martes, 20 de marzo de 2018

Norma y trastorno

Una cultura siempre tiene sus normas, prohibiciones, transiciones (por ejemplo, de niño a adulto), transgresiones de normas, sanciones... Aún cuando una sociedad organiza y normaliza la vida, los individuos pueden salirse de esas normas, quedar fuera de ese orden y hasta generar una normalidad alternativa. En realidad, como dicen los antropólogos, la cultura misma contiene las condiciones que pueden desordenar la vida de las personas. Por muy firme o flexible que sea esa sociedad, siempre existirán la contradicción, el conflicto, la ambivalencia y las crisis, aunque sólo sea por la pluralidad de personas y de comunidades y la dinámica cambiante de sus vidas y circunstancias.
Lo que me interesa reflejar es que, por existir todas estas eventualidades, por decirlo de algún modo, la sociedad busca organizar la propia anormalidad cuando sea el caso. Es como si dijera: “no hagas eso, pero si lo haces, hazlo de esta manera”. Cuando uno piensa en las distintas clasificaciones de los trastornos mentales (CIE, DSM...) y en su evolución a la largo de estos años, no deja de tener una sensación de que ésta sería la frase que mejor resumiría su propósito.
En el fondo vemos que no son más que una serie de normas de cómo se nos permite practicar nuestra anormalidad en los distintos momentos históricos. Las formas de estar mal, o como se suele decir, de enloquecer, lejos de ser naturales o simples brotes directos de nuestro sistema nervioso, están socialmente conformadas. Parecen naturales y espontáneas, pero en absoluto están carentes de normatividad. La anormalidad se convierte en una normalidad alternativa, pero no por ello sin norma ni método.

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