jueves, 29 de diciembre de 2016

Un psicólogo en el parque

Artículo que me publicaba esta semana El Correo Gallego:

Un psicólogo en el parque

La persona que viene a consulta no es un ente aislado. Si uno quiere comprender y ayudar a alguien, creo que nunca se puede perder de vista que todos vivimos (y también nuestros problemas) en una esfera social. Y esa esfera es cualquier cosa menos homogénea. El paciente que tengo ante mí tiene que hacer de varón, de adulto, de padre, de esposo, de hijo, de amigo, de colega, de subordinado, de jefe, de cliente del bar al que acude, de socio del Compos... Cada uno de esos ámbitos de actuación supone un campo en donde la persona desempeña un determinado papel. Es obvio que uno no se comporta de la misma manera como aficionado de fútbol en San Lázaro que como secretario judicial en su despacho. Cada uno de esos ámbitos de actuación se caracterizan por una serie de actitudes peculiares que expresan el rol de esa persona en esa esfera social, y en cada uno de esos ámbitos rigen valores que el sujeto ha sabido internalizar. Al mismo tiempo, los otros con los que se relaciona viven el rol que éste desempeña y se lo imaginan ejerciendo ese rol. 


Esa multiplicidad de roles que uno está obligado a desempeñar exige un esfuerzo por conservar y controlar todas esas diferentes conciencias, con sus distintas actitudes en las diversas esferas. No es raro encontrar sentimientos de culpa en un paciente que refiere “haber sido descubierto” de modo accidental en un rol al que “otros” no habían tenido acceso hasta ahora. La conducta inconexa y titubeante de un psicólogo, ante mí prestigioso, cuando es sorprendido por una paciente, perdiendo esa aparente calma zen que lo caracteriza como “gran psicólogo” y “solo psicólogo”, en un parque con su hijo, solo se entiende porque está desempeñando un rol que no era el que ante su paciente usaba. Un rol, el de padre, y en este caso agobiado, que forzosamente le despojaba de la alta conciencia de sí que ante su paciente había forjado mediante el uso adecuado de su función de terapeuta. La relación se basaba en ser psicólogo y solamente psicólogo. De pronto, todo se viene abajo. Él también es un hombre capaz de “descender” a un parque infantil en el que pierde los nervios. El sentimiento de extrañeza, culpa y malestar que surge en ambos no se puede entender correctamente (y por tanto no creo que se les pudiera ayudar) si nos fijamos solamente en el plano individual de cada uno, pero sí, si atendemos y comprendemos ese tipo particular de relación interpersonal.

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