Un psicólogo en el parque
Esa multiplicidad de roles que uno está obligado a desempeñar exige un esfuerzo por conservar y controlar todas esas diferentes conciencias, con sus distintas actitudes en las diversas esferas. No es raro encontrar sentimientos de culpa en un paciente que refiere “haber sido descubierto” de modo accidental en un rol al que “otros” no habían tenido acceso hasta ahora. La conducta inconexa y titubeante de un psicólogo, ante mí prestigioso, cuando es sorprendido por una paciente, perdiendo esa aparente calma zen que lo caracteriza como “gran psicólogo” y “solo psicólogo”, en un parque con su hijo, solo se entiende porque está desempeñando un rol que no era el que ante su paciente usaba. Un rol, el de padre, y en este caso agobiado, que forzosamente le despojaba de la alta conciencia de sí que ante su paciente había forjado mediante el uso adecuado de su función de terapeuta. La relación se basaba en ser psicólogo y solamente psicólogo. De pronto, todo se viene abajo. Él también es un hombre capaz de “descender” a un parque infantil en el que pierde los nervios. El sentimiento de extrañeza, culpa y malestar que surge en ambos no se puede entender correctamente (y por tanto no creo que se les pudiera ayudar) si nos fijamos solamente en el plano individual de cada uno, pero sí, si atendemos y comprendemos ese tipo particular de relación interpersonal.
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