martes, 20 de diciembre de 2016

Trastorno de Ansiedad Generalizada

CORDÓN DE SEGURIDAD

Existen muchas formas de miedo patológico en los adultos. Una de ellas, muy frecuente en la práctica clínica, es el miedo a que le ocurran catástrofes, accidentes o desgracias a nuestros seres queridos. Es un fenómeno psicopatológico que genera mucho sufrimiento y que la literatura especializada lo denomina en ocasiones como Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG). Otros hablan de catastrofismo, e incluso los más “originales” le han puesto el nombre de efecto Casandra en honor a la antigua sacerdotisa griega, a quien Apolo concedió el don de la profecía pero luego condenó a no ser creída jamás en sus augurios. Se produce en las personas con este problema una tendencia a vivir emocionalmente en el presente el efecto de situaciones futuras que todavía no se han producido.


Cuando ese temor afecta únicamente a la esfera personal nos encontramos con un sufrimiento privado que, aunque angustioso, está circunscrito al individuo que lo padece. ¿Qué ocurre si esa angustia se vuelca sobre los hijos? Cuando se crea una comunicación familiar que gira siempre en torno a frases del tipo “ten mucho cuidado”, “te lo ruego...”, “no se te ocurra hacer eso por favot...” se acaba teniendo la sensación de estar en peligro constante. Prohibir abiertamente a los hijos practicar determinadas actividades o impedir la realización de excursiones/viajes que sus compañeros sí realizan ante el temor de no poderlos defender personalmente ante esa posible desgracia, incide y refuerza esa misma sensación. Lejos de constituir un cordón de seguridad preventivo, podemos terminar provocando una inseguridad existencial cada vez más profunda que, en cierto modo, acaba estructurando gradualmente la profecía temida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario