jueves, 21 de agosto de 2014

Inseguridad

El martes El Correo Gallego nos publicaba este artículo:

LE ASEGURO QUE SOY INSEGURO

No deja de resultarme curiosa la paradójica seguridad con la que los pacientes expresan su inseguridad. A veces le añaden el adjetivo “crónico” que yo intento desmontar cuanto antes al sonarme como una especie de maldición que para quien cree en ella se convierte en una condena. Más allá de las discusiones terminológicas, el sufrimiento de quien se siente con frecuencia inseguro sobre sus decisiones y a menudo es incapaz de actuar en función de un objetivo está fuera de toda duda. Y aunque la inseguridad no pueda ser definida como una patología en sí misma, sí es cierto que cuando se generaliza y se convierte en incapacidad para decidir y actuar, se convierte en un grave problema para la persona que la padece.

La persona insegura siempre sobrevalora a los demás y la dificultad de lo que debe afrontar, mientras que infravalora sus propios recursos y potencialidades, por eso tiende a postergar la asunción de responsabilidades. La repetición de esa postergación incrementa la falta de autoestima y, en consecuencia, aumenta la sensación de impotencia de cara al mundo y a los demás. Una variante de este proceso es la de aquellos que muestran una exigencia obsesiva de valorar con antelación todas las posibilidades y eventuales efectos, para luego pasar a la acción únicamente cuando, mediante una lógica aplastante, se haya llegado a una especie de visión correcta y definitiva. En ambos casos los bloqueos vitales son continuos y les resulta muy difícil llevar adelante cualquier proyecto. Suelo observar como estos pacientes a su vez se vinculan siempre a personas que perciben como protectoras, generando una peculiar forma de dependencia.

                                           

Es necesario en cualquiera de estos casos provocar un “cortocircuito” en sus mecanismos de razonamiento. Una de las líneas de actuación es la que intenta que el “inseguro” acepte y ejecute ese precepto kantiano según el cual “no existe respuesta correcta a una pregunta incorrecta”, hasta llegar a romper su círculo vicioso de dudas paralizantes y respuestas que tratan de disiparlas pero que en realidad lo que hacen es crear más interrogantes imposibles de responder. Finalizada esta primera fase, tendrá que ir exponiéndose a pequeños riesgos y decisiones hasta que consiga confianza en sus propios recursos y pueda ver reforzada su autoestima... ¿Podría empezar así a no estar seguro de ser inseguro?

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