lunes, 18 de agosto de 2014

Almas gemelas

El pasado domingo El Correo Gallego nos publicaba un nuevo artículo:


ALMAS GEMELAS

Laura buscaba sin descanso a su alma gemela. Tras intercambiar varios emails con un chico andaluz (ella es norteña) durante unos cuantos meses, decidió que era “él”, y planeó realizar un viaje para conocerlo. “Lo veré dentro de muy poco” le dijo a su terapeuta antes de marchar. Cuando regresó del viaje volvió por la consulta. “No me equivoqué. Era mi alma gemela... Y le pedí que nos casásemos en la segunda cita. Pensé que no teníamos mucho tiempo y que era mejor que él supiese lo que pensaba... Pero me rechazó”. El terapeuta le preguntó entonces qué hubiera pasado si él le hubiera dicho que sí. Y ella contestó que se habría sentido “llena por una vez en la vida”. Después añadió con solemnidad: “da igual, seguiré buscando, sé que una vez que encuentre a mi alma gemela todo será maravilloso”.

Creo que se trata de un buen ejemplo de lo que es el amor como espejismo, o incluso como placebo.

Laura abandonó a su terapeuta y pasó por varios más hasta que uno de ellos le puso nombre a su “patología” (le dijo que tenía un “Trastorno de Personalidad Neurótica”) provocando que ella diera así por concluido su peregrinaje de consulta en consulta, convencida de la cronicidad e irreversibilidad de su problema.


                          


No me considero un ferviente defensor de ninguna escuela terapéutica, más bien al contrario. Creo en la crítica constructiva y en la búsqueda mucho más que en la autocomplacencia y el estatismo como forma de progreso en cualquier disciplina que ejercitemos. Me interesó durante un tiempo la perspectiva zen (que viene a ser casi lo mismo que el aclamado “mindfullness”, ahora de moda). Aunque hoy en día ya no leo tanto sobre el tema, sigo valorando y poniendo en práctica muchas de sus ideas y enfoques en la terapia. Para el zen, que un terapeuta etiquete a un paciente como “neurótico” representa un juicio, y desde el mismo momento en que lo hace, está disminuyendo las posibilidades de esa persona al implantarle una identidad de la que puede resultarle difícil escapar.



También desde ese punto de vista zen, un alma gemela no puede ser alguien o algo distinto de nosotros mismos. No es un objeto o una persona que hallaremos y que nos haga sentir completos como por arte de magia. Cuando alguien dice que tendrá una situación perfecta e idílica cuando encuentre a su alma gemela, inevitablemente acabará decepcionado y herido. Nos guste o no, todas las relaciones (y las humanas también) se definen sobre todo por una palabra: cambio.

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