miércoles, 18 de septiembre de 2019

Artículo para El Correo Gallego

https://www.elcorreogallego.es/opinion/firmas/ecg/primera-puerta-derecha/idEdicion-2019-09-18/idNoticia-1203393/

PRIMERA PUERTA A LA DERECHA

A través de esa barrera de doble vidrio que forman sus gafas y el ventanal que la encuadra cada atardecer, vigila o cuida, según se mire, y la que mira es ella, el día a día de los que transitamos bajo su atalaya. Abandona por un ratito sus redes sociales y se entrega a imaginar nuestras historias; dándonos un pasado, un punto de partida, algún lugar desde el que nuestros pasos se acercan cada día al portal de su edificio. Después nos inventa un futuro, un destino, un punto y seguido o un punto y final: “ese va a ver a su amante”, “esa va al banco”, “ese va directo al cementerio”, “ese va corriendo porque se lo está haciendo encima...” Y se ríe, pero de pronto se da cuenta que lleva ya un rato aguantando y que la que se lo hace encima es ella, y apura rápido sus pasos hasta el cuarto de baño para evacuar allí su porquería. Pero no llega a tiempo. Y se pone perdida. Y grita lo más alto que puede que no es justo, que no hay derecho. Pero por muy alto que grite, el cielo ya no escucha. Ahora se trata de que escuchen otros. Nada mejor que la infinita jurisprudencia de los órganos judiciales de ese mundo virtual, de la red de redes, la nueva Ley (sin ley); la nueva voz de la conciencia que repite mantras del tipo “si quieres, puedes”, “si te lo propones, lo conseguirás”, “aspira a todo”, por absurdo que sea. Y todo es todo. Sin límites, sin barreras. Así que, ya predispuestos a lo absurdo, por qué no reconocer también el derecho de ser eximida de ir al cuarto de baño. Debe hacerse algo al respecto. ¡Qué remedio!, reprimirla, ponerle límites estúpidos como el tener que desplazarse al retrete, sería discriminatorio y les provocaría (ya habla en plural) una terrible enfermedad o un severo trastorno mental. Y puede que aparezca un día por consulta, sintiéndose ansiosa y agotada con ese delirante nuevo mandato que le pide que busque sin descanso la supuesta e ingenua plena felicidad al precio que sea (nunca mejor dicho), con su trauma anal por bandera, bien sugestionada para probar una medicación que corrija su hipocampo o su prefrontal ventromedial, o para comenzar una terapia que le apremie a hablar “de ello”, con la mano en la frente, con golpecitos en las rodillas o con un dedo sanador que oscilará de un lado a otro frente a sus ojos, ya sin doble vidrio pero quizás más vidriosos. Creo que mi dedo debería de señalarle, antes de nada, el lugar en el que se ubica el cuarto de baño.


No hay comentarios:

Publicar un comentario