lunes, 8 de abril de 2019

Artículo en El Correo Gallego

ARDE TROYA

Se cuenta que fueron diez los años que tardaron Ulises y los griegos en conquistar Troya. Me dio por imaginar que en lugar de hablar con la diosa Atenea (o quizás complementando su charla), Ulises estuvo durante esos diez años pasando de psicoterapeuta en psicoterapeuta en improvisados consultorios a pie de playa, a las puertas de la impenetrable ciudad, para buscar una salida a aquella guerra aparentemente irresoluble y crónica. Puede que se encontrara con algún precursor de Skinner que le reforzaría o castigaría según se aproximase o no a su objetivo, y quizás después, frustrado por no alcanzarlo se entregase a los antepasados de Beck y Ellis, que le señalarían y corregirían todos los errores cognitivos que el ingenuo héroe cometía en sus intentos de solución. Es más que probable que la frustración siguiese en aumento y que entonces se pusiese en manos de algún ascendente remoto de Freud o de Lacan, que le analizarían de qué manera su conflicto edípico o sus deseos inconscientes le impedían dejar de repetir los mismos patrones. En los momentos de mayor desesperación y a punto de abandonar la batalla, puede que algún predecesor de Maslow o de Viktor Frankl le permitiera reconstruir el significado y el sentido de la lucha, quizás recordándole a su hijo Telémaco, a su esposa Penélope o a su fiel perro Argos, o incluso que algún antecedente lejano de Paul Watzlawick y la Escuela Sistémica le prescribiera el síntoma (el mismo ataque, la misma lucha) como forma de que, paradójicamente, dejara de repetirse. El caso es que tras esos diez años de intensa y diversa psicoterapia, el héroe pudo salir de sus esquemas desadaptativos, de su compulsión a la repetición, de su neurosis noógena y de sus soluciones sistémicas patológicas construyendo nuevos esquemas más racionales, no repetitivos, sublimando artísticamente sus pulsiones, encontrando sentido y significado a su proceder e ideando algo disparatado y diferente. 


Como ya sabemos, los griegos hicieron creer que se rendían, cansados de tanto batallar, pero antes de marcharse, dejaron a las puertas de la ciudad enemiga un enorme caballo de madera. Los troyanos introdujeron entonces el caballo en la ciudad sin saber que su interior estaba repleto de soldados. En cuanto se fueron a dormir, los soldados griegos salieron del caballo y abrieron las puertas de la muralla permitiendo la entrada del resto del ejército, conquistando así, desde dentro, la ciudad enemiga. Completé mi desvarío imaginando que poco después alguna revista de la época publicaría un artículo que se titularía: “Primeras evidencias empíricas de la psicoterapia”.

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