El trastorno de conversión posee una larga historia que se
remonta a los escritos más antiguos sobre la conducta anormal. Un ejemplo del
trastorno ha sido descrito por el psicólogo británico David Holmes al referirse
a un caso de ceguera intermitente manifestado por una joven estudiante
universitaria. La mujer perdía la visión desde el domingo por la noche hasta el
viernes por la tarde. El sábado por la mañana su visión quedaba completamente
restablecida. La belle indifference, una de las características que se
consideraban patognomónicas del trastorno inicialmente, se ponía de manifiesto
en que la chica no mostraba ninguna sorpresa sobre la naturaleza inusual de su
desorden y no evidenciaba ningún tipo de preocupación sobre su condición.
La principal aportación etiológica al ámbito del trastorno
de conversión procede fundamentalmente de las teorías psicoanalíticas. El
síntoma conversivo se desarrollaría con el fin de permitir la expresión de un
deseo o de un impulso inaceptable para el paciente. La concepción
psicoanalítica aún puede observarse en la tercera edición revisada del manual
DSM de la Asociación Americana de Psiquiatría, al explicar el significado del
síntoma en base a dos mecanismos: por un lado una ganancia primaria en el
paciente por el hecho de mantener fuera de la conciencia un conflicto o una
necesidad interna, y por otro, una ganancia secundaria, al evitar alguna actividad que cree que es nociva para él y obtener un apoyo que de otra
manera no conseguiría.
A partir de finales de los sesenta y en los años setenta se
trabajó desde una perspectiva diferente, buscando una base neurológica para
este trastorno. Se especuló con teorías basadas en la asimetría cerebral, que
enfatizaban el papel predominante del hemisferio derecho en la implicación de
este desorden. Cabría esperar, así, que los zurdos fuesen más vulnerables al
desorden que los diestros. Los resultados de los diversos estudios no pudieron
confirmar estas hipótesis, de hecho, sólo cinco de cada cien sujetos cumplía
esta condición. La vinculación entre lateralización cerebral y conversión era y
es atractiva, pero de momento no puede sostenerse.
Un criterio diferenciador entre conversión y trastorno
físico se refiere a la consistencia en el patrón de los síntomas. En los casos
de conversión, los síntomas cambian conforme cambian las situaciones estresoras
(la estudiante de Holmes finalizó súbitamente su ceguera al concluir los
exámenes) mientras que en la enfermedad física existe mayor consistencia y
menos fluctuación en los síntomas.
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