martes, 10 de octubre de 2017

Síntomas conversivos

El trastorno de conversión posee una larga historia que se remonta a los escritos más antiguos sobre la conducta anormal. Un ejemplo del trastorno ha sido descrito por el psicólogo británico David Holmes al referirse a un caso de ceguera intermitente manifestado por una joven estudiante universitaria. La mujer perdía la visión desde el domingo por la noche hasta el viernes por la tarde. El sábado por la mañana su visión quedaba completamente restablecida. La belle indifference, una de las características que se consideraban patognomónicas del trastorno inicialmente, se ponía de manifiesto en que la chica no mostraba ninguna sorpresa sobre la naturaleza inusual de su desorden y no evidenciaba ningún tipo de preocupación sobre su condición.

La principal aportación etiológica al ámbito del trastorno de conversión procede fundamentalmente de las teorías psicoanalíticas. El síntoma conversivo se desarrollaría con el fin de permitir la expresión de un deseo o de un impulso inaceptable para el paciente. La concepción psicoanalítica aún puede observarse en la tercera edición revisada del manual DSM de la Asociación Americana de Psiquiatría, al explicar el significado del síntoma en base a dos mecanismos: por un lado una ganancia primaria en el paciente por el hecho de mantener fuera de la conciencia un conflicto o una necesidad interna, y por otro, una ganancia secundaria, al evitar alguna actividad que cree que es nociva para él y obtener un apoyo que de otra manera no conseguiría.


A partir de finales de los sesenta y en los años setenta se trabajó desde una perspectiva diferente, buscando una base neurológica para este trastorno. Se especuló con teorías basadas en la asimetría cerebral, que enfatizaban el papel predominante del hemisferio derecho en la implicación de este desorden. Cabría esperar, así, que los zurdos fuesen más vulnerables al desorden que los diestros. Los resultados de los diversos estudios no pudieron confirmar estas hipótesis, de hecho, sólo cinco de cada cien sujetos cumplía esta condición. La vinculación entre lateralización cerebral y conversión era y es atractiva, pero de momento no puede sostenerse.


Un criterio diferenciador entre conversión y trastorno físico se refiere a la consistencia en el patrón de los síntomas. En los casos de conversión, los síntomas cambian conforme cambian las situaciones estresoras (la estudiante de Holmes finalizó súbitamente su ceguera al concluir los exámenes) mientras que en la enfermedad física existe mayor consistencia y menos fluctuación en los síntomas.

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