miércoles, 2 de noviembre de 2016

Contexto

http://www.elcorreogallego.es/opinion/firmas/ecg/andres-sampayo-contexto/idEdicion-2016-11-02/idNoticia-1024981/

CONTEXTO

El trance meditativo, en la India, es una práctica intensa y sistemática de meditación llevada a cabo por yoguis con el fin de producir una alteración permanente de la conciencia. Al parecer, los más experimentados pueden acceder a personalidades dobles, alucinaciones visuales y auditivas y creen que poseen poderes espirituales tales como influir en el clima o caminar sobre el agua. Según explican, la experiencia de trance deriva de una práctica cuya clave está en la concentración de la atención, primero fijándose en algo particular como un idea o un objeto, manteniendo después ininterrumpidamente la atención en ese algo, y finalmente “fusionándose con ello, sin conciencia de nada más, ni siquiera del yo”. Podríamos asumir que la alteración de la conciencia alcanzada viene a ser una forma de alteración semejante a lo que en nuestra sociedad categorizamos como episodios psicóticos, al menos desde un punto de vista fenomenológico. No deja de ser curioso que a su vez pueda ser descrito como una práctica cultural en el que un determinado entrenamiento de la atención llega a producir una desvinculación de las formas habituales de articulación con el mundo. No quiero decir con esto que la experiencia de los pacientes con esquizofrenia siga los pasos que llevan al yogui al trance, pero sí que los mecanismos psicológicos del trance meditativo pueden ser similares en estructura a los trances espontáneos de algunas psicosis. Si se considera que muchos yoguis tienen una historia de abuso en la infancia y depresión previa al comienzo de la meditación, similar a las crisis de los chamanes de las culturas primitivas, cabe sugerir también que el trance meditativo y, en su caso, el chamanismo sean formas alternativas a la psicosis, o incluso episodios psicóticos canalizados de una forma no clínica. 



Vemos así como las mismas conductas que son vistas en nuestra sociedad como síntomas psiquiátricos pueden, en otras sociedades, en otros momentos históricos, o en otros contextos, estar de algún modo canalizadas por determinadas estructuras institucionales, e incluso cumplir algún tipo de función en el conjunto de la cultura. No es mi intención cuestionar la existencia de los trastornos mentales, pero creo que tampoco debemos nunca perder de vista que la experiencia de los mismos está enormemente mediatizada por influencias culturales, incluyendo, como no, el marketing farmacéutico, psiquiátrico, y también psicológico.

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